Aparecida
  Capitulo 8
 

8

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN

DE LA DIGNIDAD HUMANA

380. La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una

destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las

dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes

de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano

le puede resultar extraño. La Iglesia sabe, por revelación de Dios y

por la experiencia humana de la fe, que Jesucristo es la respuesta

total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas

sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad,

la justicia y la belleza. Son las inquietudes que están arraigadas

en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la

cultura de los pueblos. Por eso, todo signo auténtico de verdad,

bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por

Dios.

381. Procurando acercar la vida de Jesucristo como respuesta a los

anhelos de nuestros pueblos, destacamos a continuación

algunos grandes ámbitos, prioridades y tareas para la misión de

los discípulos de Jesucristo en el hoy de América Latina y de

El Caribe.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

202

8.1 REINO DE DIOS, JUSTICIA SOCIAL Y CARIDAD CRISTIANA

382. “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse

y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). La voz del Señor nos

sigue llamando como discípulos misioneros y nos interpela a

orientar toda nuestra vida desde la realidad transformadora del

Reino de Dios que se hace presente en Jesús. Acogemos con

mucha alegría esta buena noticia. Dios amor es Padre de todos

los hombres y mujeres de todos los pueblos y razas. Jesucristo es

el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora

en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades. En Él, Dios

nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y

destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes

vividos en el mandamiento supremo del amor. El Espíritu

ha puesto este germen del Reino en nuestro Bautismo y lo hace

crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a la Palabra

y los sacramentos.

383. Señales evidentes de la presencia del Reino son: la vivencia personal

y comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de

los pobres, el conocimiento y cumplimiento de la voluntad del

Padre, el martirio por la fe, el acceso de todos a los bienes de la

creación, el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando

la riqueza de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la

tentación y no ser esclavos del mal.

384. Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos,

en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y

desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen

a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con

los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano. El

amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su

vida en cualquiera de sus dimensiones, como bien nos muestra el

Señor en todos sus gestos de misericordia, requiere que socorramos

las necesidades urgentes, al mismo tiempo que colaboremos

con otros organismos o instituciones para organizar estructuras

más justas en los ámbitos nacionales e internacionales. Urge

203

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

crear estructuras que consoliden un orden social, económico y

político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades

para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan

una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia

de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los

necesarios consensos sociales.

385. La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a

crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico

inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañas

por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya

elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos

comos sujetos de su propio desarrollo. En su Encíclica Deus Caritas

est, el Papa Benedicto XVI ha tratado con claridad inspiradora

la compleja relación entre justicia y caridad. Allí nos dice que “el

orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de

la política” y no de la Iglesia. Pero la Iglesia “no puede ni debe

quedarse al margen en la lucha por la justicia”215. Ella colabora

purificando la razón de todos aquellos elementos que la ofuscan

e impiden la realización de una liberación integral. También es

tarea de la Iglesia ayudar con la predicación, la catequesis, la denuncia,

y el testimonio del amor y de justicia, para que se despierten

en la sociedad las fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen

los valores sociales. Sólo así las estructuras serán realmente

más justas, podrán ser eficaces y sostenerse en el tiempo. Sin valores

no hay futuro, y no habrá estructuras salvadoras, ya que en

ellas siempre subyace la fragilidad humana.

386. La Iglesia tiene, como misión propia y específica, comunicar la

vida de Jesucristo a todas las personas, anunciando la Palabra,

administrando los Sacramentos y practicando la caridad. Es oportuno

recordar que el amor se muestra en las obras más que en las

palabras, y esto vale también para nuestras palabras en esta V

Conferencia. No todo el que diga Señor, Señor… (cf. Mt 7,21). Los

215 DCE 28.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

204

discípulos misioneros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria

de dar testimonio del amor a Dios y al prójimo con obras concretas.

Decía san Alberto Hurtado: “En nuestras obras, nuestro pueblo

sabe que comprendemos su dolor”.

8.2 LA DIGNIDAD HUMANA

387. La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios

a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante

de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han

transformado, por encima del valor de la persona, en la norma

máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización

social. Ante esta realidad, anunciamos, una vez más, el valor

supremo de cada hombre y de cada mujer. El Creador, en efecto,

al poner todo lo creado al servicio del ser humano, manifiesta la

dignidad de la persona humana e invita a respetarla (cf. Gn 1,

26-30).

388. Proclamamos que todo ser humano existe pura y simplemente

por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo

conserva en cada instante. La creación del varón y la mujer, a su

imagen y semejanza, es un acontecimiento divino de vida, y su

fuente es el amor fiel del Señor. Luego, sólo el Señor es el autor y

el dueño de la vida, y el ser humano, su imagen viviente, es siempre

sagrado, desde su concepción, en todas las etapas de la existencia,

hasta su muerte natural y después de la muerte. La mirada

cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende

todo el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable

cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad

infinita”216.

389. Nuestra misión para que nuestros pueblos en Él tengan vida,

manifiesta nuestra convicción de que en el Dios vivo revelado en

Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la

216 JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados, Angelus, 16 de noviembre de1980.

205

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

vida humana. Nos urge la misión de entregar a nuestros pueblos

la vida plena y feliz que Jesús nos trae, para que cada persona

humana viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado. Lo

hacemos con la conciencia de que esa dignidad alcanzará su plenitud

cuando Dios sea todo en todos. Él es el Señor de la vida y de

la historia, vencedor del misterio del mal y acontecimiento salvífico

que nos hace capaces de emitir un juicio verdadero sobre la realidad,

que salvaguarde la dignidad de las personas y de los

pueblos.

390. Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los

areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas

las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el

ser humano y la dignidad de toda persona humana.

8.3 LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y EXCLUIDOS

391. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se

sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas

que no pueden llevar una vida que responda a esa

dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos

que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y

caribeña. De hecho, Juan Pablo II, dirigiéndose a nuestro continente,

sostuvo que

convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive

en América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones

de su vida, especialmente todo lo que pertenece

al orden social y a la obtención del bien común217.

392. Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y

el rostro divino del hombre”218. Por eso “la opción preferencial por

los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se

217 EAm 27.

218 Ibíd. 67.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

206

ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza219.

Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho

hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12). Ella,

sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente.

393. Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos,

como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar,

en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo

que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los

pobres son rostros sufrientes de Cristo”220. Ellos interpelan el núcleo

del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes

cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con

los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo:

“Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más

pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40). Juan Pablo II destacó

que este texto bíblico “ilumina el misterio de Cristo”221. Porque

en Cristo el grande se hizo pequeño, el fuerte se hizo frágil, el rico

se hizo pobre.

394. De nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud

permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de

manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la

defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos,

y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos

por ser sujetos de cambio y transformación de su situación. El

servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres “es un ámbito

que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial

y la programación pastoral”222.

395. El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a

ser “abogada de la justicia y defensora de los pobres”223 ante

219 DI 3.

220 SD 178.

221 NMI 49.

222 Ibíd.

223 DI 4.

207

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

“intolerables desigualdades sociales y económicas”224, que “claman

al cielo”225. Tenemos mucho que ofrecer, ya que

no cabe duda de que la Doctrina Social de la Iglesia es

capaz de suscitar esperanza en medio de las situaciones

más difíciles, porque, si no hay esperanza para los

pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados

ricos226.

La opción preferencial por los pobres exige que prestemos especial

atención a aquellos profesionales católicos que son responsables

de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo,

los políticos que deben crear las condiciones para el

desarrollo económico de los países, a fin de darles orientaciones

éticas coherentes con su fe.

396. Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana

y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera

de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el

martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor

preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores227.

Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras

estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está

llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre

nuestros pueblos.

397. En esta época, suele suceder que defendemos demasiado nuestros

espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar

fácilmente por el consumismo individualista. Por eso, nuestra

opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano

teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros

comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una

224 TMA 51.

225 EAm 56a.

226 PG 67.

227 Medellín 14, 4-11; DP 1134-1165; SD 178-181.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

208

actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos228,

y evite toda actitud paternalista. Se nos pide dedicar tiempo

a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con

interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos

para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando,

desde ellos, la transformación de su situación. No podemos

olvidar que el mismo Jesús lo propuso con su modo de actuar

y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los pobres,

a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14, 13).

398. Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente

los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos

y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe

conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día, los pobres se

hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana

integral: educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad

entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y

dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del Evangelio reconocemos

su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de Cristo,

pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia

creyente, compartiremos con ellos la defensa de sus derechos.

8.4 UNA RENOVADA PASTORAL SOCIAL PARA LA PROMOCIÓN

HUMANA INTEGRAL

399. Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos

de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción

humana y la auténtica liberación “sin la cual no es posible

un orden justo en la sociedad”229. Entendemos, además, que

la verdadera promoción humana no puede reducirse a aspectos

particulares: “Debe ser integral, es decir, promover a todos los

hombres y a todo el hombre”230, desde la vida nueva en Cristo que

228 DCE 28.31.

229 DI 3.

230 GS 76.

209

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

transforma a la persona de tal manera que “la hace sujeto de su

propio desarrollo”231. Para la Iglesia, el servicio de la caridad, igual

que el anuncio de la Palabra y la celebración de los Sacramentos,

“es expresión irrenunciable de la propia esencia”232.

400. Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y

misioneros, impulsar en nuestros planes pastorales, a la luz de la

Doctrina Social de la Iglesia, el Evangelio de la vida y la solidaridad.

Además, promover caminos eclesiales más efectivos, con la

preparación y compromiso de los laicos para intervenir en los asuntos

sociales. Es esperanzador lo que decía Juan Pablo II:

Aunque imperfecto y provisional, nada de lo que se pueda

realizar mediante el esfuerzo solidario de todos y la

gracia divina en un momento dado de la historia, para

hacer más humana la vida de los hombres, se habrá

perdido ni habrá sido vano233.

401. Las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión

de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral

Social estructurada, orgánica e integral que, con la asistencia,

la promoción humana234, se haga presente en las nuevas realidades

de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables,

donde la vida está más amenazada. En el centro de esta

acción está cada persona, que es acogida y servida con calidez

cristiana. En esta actividad a favor de la vida de nuestros pueblos,

la Iglesia católica apoya la colaboración mutua con otras comunidades

cristianas.

402. La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros

de pobres. Con especial atención y en continuidad con las

Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los

231 PP 15.

232 DCE 25.

233 SRS 47.

234 EA 58.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

210

rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la

violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas

y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades

endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y

niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia

o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión

y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades

diferentes, grandes grupos de desempleados/as, los excluidos

por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en

la calle de las grandes urbes, los indígenas y afroamericanos, campesinos

sin tierra y los mineros. La Iglesia, con su Pastoral Social,

debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los

ámbitos que correspondan.

403. En esta tarea y con creatividad pastoral, se deben diseñar acciones

concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación

de políticas sociales y económicas que atiendan las variadas

necesidades de la población y que conduzcan hacia un

desarrollo sostenible. Con la ayuda de distintas instancias y organizaciones,

la Iglesia puede hacer una permanente lectura cristiana

y una aproximación pastoral a la realidad de nuestro continente,

aprovechando el rico patrimonio de la Doctrina Social de la

Iglesia. De esta manera, tendrá elementos concretos para exigir

que aquellos que tienen la responsabilidad de diseñar y aprobar

las políticas que afectan a nuestros pueblos, lo hagan desde una

perspectiva ética, solidaria y auténticamente humanista. En ello

juegan un papel fundamental los laicos y las laicas, asumiendo

tareas pertinentes en la sociedad.

404. Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas

empresas y a los microempresarios, a los agentes económicos de

la gestión productiva y comercial, tanto del orden privado como

comunitario, por ser creadores de riqueza en nuestras naciones,

cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en facilitar la democracia,

y en promover la aspiración a una sociedad justa y a

una convivencia ciudadana con bienestar y en paz. Igualmente, a

los que no invierten su capital en acciones especulativas sino en

211

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores, considerándolos

‘a ellos y a sus familias’ la mayor riqueza de la empresa,

que viven modestamente por haber hecho, como cristianos,

de la austeridad un valor inestimable, que colaboran con los

gobiernos en la preocupación y el logro del bien común y se prodigan

en obras de solidaridad y misericordia.

405. En fin, no podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer

la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del

hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera. En

efecto, “quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto

de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos

equivocados y con recetas destructivas”235. La verdad de esta afirmación

resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que

ponen a Dios entre paréntesis.

8.5 GLOBALIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD

Y JUSTICIA INTERNACIONAL

406. La Iglesia en América Latina y en El Caribe siente que tiene una

responsabilidad en formar a los cristianos y sensibilizarlos respecto

a grandes cuestiones de la justicia internacional. Por ello, tanto

los pastores como los constructores de la sociedad tienen que

estar atentos a los debates y normas internacionales sobre la materia.

Esto es especialmente importante para los laicos que asumen

responsabilidades públicas, solidarios con la vida de los pueblos.

Por ello, proponemos lo siguiente:

a) Apoyar la participación de la sociedad civil para la reorientación

y consiguiente rehabilitación ética de la política. Por

ello, son muy importantes los espacios de participación de la

sociedad civil para la vigencia de la democracia, una verdadera

economía solidaria y un desarrollo integral, solidario y

sustentable.

235 DI 3.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

212

b) Formar en la ética cristiana que pone como desafío el logro

del bien común, la creación de oportunidades para todos, la

lucha contra la corrupción, la vigencia de los derechos laborales

y sindicales; hay que colocar como prioridad la creación

de oportunidades económicas para sectores de la población

tradicionalmente marginados, como las mujeres y los jóvenes,

desde el reconocimiento de su dignidad. Por ello, hay

que trabajar por una cultura de la responsabilidad a todo nivel

que involucre a personas, empresas, gobiernos y al mismo

sistema internacional.

c) Trabajar por el bien común global es promover una justa regulación

de la economía, finanzas y comercio mundial. Es

urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer

las inversiones en desarrollo y gasto social236, prever

regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos

especulativos de capitales, para la promoción de un comercio

justo y la disminución de las barreras proteccionistas

de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las

materias primas que producen los países empobrecidos y

normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios,

entre otros.

d) Examinar atentamente los Tratados intergubernamentales y

otras negociaciones respecto del libre comercio. La Iglesia

del país latinoamericano implicado, a la luz de un balance de

todos los factores que están en juego, tiene que encontrar los

caminos más eficaces para alertar a los responsables políticos

y a la opinión pública acerca de las eventuales consecuencias

negativas que pueden afectar a los sectores más

desprotegidos y vulnerables de la población.

e) Llamar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a

poner en práctica principios fundamentales como el bien

común (la casa es de todos), la subsidiaridad, la solidaridad

intergeneracional e intrageneracional.

236 TMA 51, SD 197.

213

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

8.6 ROSTROS SUFRIENTES QUE NOS DUELEN

8.6.1 Personas que viven en la calle en las grandes urbes

407. En las grandes urbes, es cada vez mayor el número de las personas

que viven en la calle. Requieren especial cuidado, atención y

trabajo promocional por parte de la Iglesia, de modo tal que, mientras

se les proporciona ayuda en lo necesario para la vida, se los

incluya en proyectos de participación y promoción en los que ellos

mismos sean sujetos de su reinserción social.

408. Queremos llamar la atención de los gobiernos locales y nacionales

para que diseñen políticas que favorezcan la atención de estos

seres humanos, al igual que atiendan las causas que producen

este flagelo que afecta a millones de personas en toda nuestra

América Latina y El Caribe.

409. La opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos

y misioneros de Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos, a

fin de responder otros efectos de la pobreza. La situación precaria

y la violencia familiar con frecuencia obliga a muchos niños y niñas

a buscar recursos económicos en la calle para su supervivencia

personal y familiar, exponiéndose también a graves riesgos

morales y humanos.

410. Es deber social del Estado crear una política inclusiva de las personas

de la calle. Nunca se aceptará como solución a esta grave

problemática social la violencia e incluso el asesinato de los niños

y jóvenes de la calle, como ha sucedido lamentablemente en

algunos países de nuestro continente.

8.6.2 Migrantes

411. Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento

pastoral de los migrantes. Hay millones de personas concretas

que, por distintos motivos, están en constante movilidad. En

América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático

los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas

económicas, políticas y de violencia.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

214

412. La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin

fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad

humana en sus diversos sectores. Considera indispensable

el desarrollo de una mentalidad y una espiritualidad al servicio

pastoral de los hermanos en movilidad, estableciendo estructuras

nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el encuentro

del extranjero con la Iglesia particular de acogida. Las Conferencias

Episcopales y las Diócesis deben asumir proféticamente

esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y acciones

que ayuden a una permanente atención también a los

migrantes, que deben llegar a ser también discípulos y misioneros.

413. Para lograr este objetivo, se hace necesario reforzar el diálogo y la

cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a

dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado,

apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones

culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio. Es necesario,

que en los Seminarios y Casas de formación, se tome conciencia

sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una

respuesta pastoral. También se requiere promover la preparación

de laicos que, con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad

de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también

en los lugares de salida a las familias que dejan237. Creemos

que “la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca sólo

como un problema, sino también y sobre todo, como un gran

recurso para el camino de la humanidad”238.

414. Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablemente

la denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente,

como también el esfuerzo por incidir, junto a los

organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de los países,

para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos

de las personas en movilidad. Debe tener presente también

237 Cf. EMCC, 70, 71 y 86-88.

238 BENEDICTO XVI, Alocución, Angelus, 14 de enero de 2007.

215

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

a los desplazados por causa de la violencia. En los países azotados

por la violencia, se requiere la acción pastoral para acompañar

a las víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para que

puedan vivir de su trabajo. Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo

pastoral y teológico para promover una ciudadanía universal en la

que no haya distinción de personas.

415. Los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus

Iglesias de origen y estimulados a hacerse discípulos y misioneros

en las tierras y comunidades que los acogen, compartiendo

con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas. Los

migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer

un valioso aporte misionero a las comunidades que los acogen.

416. Las generosas remesas enviadas desde Estados Unidos, Canadá,

países europeos y otros, por los inmigrantes latinoamericanos,

evidencia la capacidad de sacrificio y amor solidario a favor de las

propias familias y patrias de origen. Es, por lo general, ayuda de

los pobres a los pobres.

8.6.3 Enfermos

417. La Iglesia ha hecho una opción por la vida. Esta nos proyecta necesariamente

hacia las periferias más hondas de la existencia: el

nacer y el morir, el niño y el anciano, el sano y el enfermo. San

Ireneo nos dice que “la gloria de Dios es el hombre viviente”, aun

el débil, el recién concebido, el gastado por los años y el enfermo.

Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar a

los enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor

Jesús.

418. Desde el inicio de la evangelización, se ha cumplido este doble

mandato. El combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr

la armonía física, psíquica, social y espiritual para el cumplimiento

de la misión recibida. La Pastoral de la Salud es la respuesta a

los grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la

muerte, a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

216

419. La salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo,

pero que no proporcionan una finalidad que la trascienda.

En la cultura actual no cabe la muerte y, ante su realidad, se

trata de ocultarla. Abriéndola a su dimensión espiritual y trascendente,

la Pastoral de la Salud se transforma en el anuncio

de la muerte y resurrección del Señor, única verdadera salud.

Ella aúna, en la economía sacramental del amor de Cristo, el amor

de muchos “buenos samaritanos”, presbíteros, diáconos, religiosas,

laicos y profesionales de la salud. Las 32.116 instituciones

católicas dedicadas a la Pastoral de la Salud en América Latina

representan un recurso para la evangelización que se debe

aprovechar.

420. En las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía

silenciosa al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención

a los requerimientos de la enfermedad, se manifiesta, a través

de los profesionales y voluntarios discípulos del Señor, la

maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura, fortalece el

corazón y, en el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito

definitivo. El enfermo recibe con amor la Palabra, el perdón, el

Sacramento de la Unción y los gestos de caridad de los hermanos.

El sufrimiento humano es una experiencia especial de la cruz

y de la resurrección del Señor.

421. Se debe, por tanto, alentar en las Iglesias particulares la Pastoral

de la Salud que incluya distintos campos de atención. Consideramos

de gran prioridad fomentar una pastoral con personas que

viven con el VIH Sida, en su amplio contexto y en sus significaciones

pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo,

misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas;

que implemente la información, promueva la educación y

la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas

generaciones, para que despierte la conciencia de todos a

contener esta pandemia. Desde esta V Conferencia, pedimos a

los gobiernos el acceso gratuito y universal de los medicamentos

para el Sida y las dosis oportunas.

217

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

8.6.4 Adictos dependientes

422. El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade

todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca

por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos,

a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente

ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad,

especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige

especialmente en tres direcciones: prevención, acompañamiento

y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta

pandemia. En la prevención, insiste en la educación en los valores

que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente

el valor de la vida y del amor, la propia responsabilidad y

la dignidad humana de los hijos de Dios. En el acompañamiento,

la Iglesia está al lado del drogadicto para ayudarle a recuperar

su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la erradicación

de la droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre

de los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas,

teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus más bajas

expresiones.

423. En América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha

frontal contra el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el

valor de la acción preventiva y reeducativa, así como apoyando a

los gobiernos y entidades civiles que trabajan en este sentido, urgiendo

al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico

y prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la

religiosidad como un factor de protección y recuperación importante

para el usuario de drogas.

424. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho

algo cotidiano en algunos de nuestros países, debido a los

enormes intereses económicos en torno a ella. Consecuencia

de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y

jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones

muy precarias, que recurren a la droga para calmar su

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

218

hambre o para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad

que viven239.

425. Es responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base

legal, la comercialización indiscriminada de la droga y el consumo

ilegal de la misma. Lamentablemente, la corrupción también

se hace presente en este ámbito, y quienes deberían estar a la

defensa de una vida más digna, a veces, hacen un uso ilegítimo

de sus funciones para beneficiarse económicamente.

426. Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la

sociedad civil y las Iglesias por acompañar a estas personas. La

Iglesia Católica tiene muchas obras que responden a esta problemática

desde nuestro ser discípulos y misioneros de Jesús, aunque

todavía no de manera suficiente ante la magnitud del problema;

son experiencias que reconcilian a los adictos con la tierra, el

trabajo, la familia y con Dios. Merecen especial mención, en este

sentido, las Comunidades Terapéuticas, por su visión humanística

y trascendente de la persona.

8.6.5 Detenidos en cárceles

427. Una realidad que golpea a todos los sectores de la población, pero

principalmente al más pobre, es la violencia, producto de las injusticias

y otros males, que durante largos años se ha sembrado

en las comunidades. Esto induce a una mayor criminalidad y, por

ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir

penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por

el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia

de programas de rehabilitación, crimen organizado que impide

239 “Brasil posee una estadística, de las más relevantes, en lo que se refiere a la dependencia química

de drogas y estupefacientes. Y América Latina no se queda atrás. Por eso, digo a los que

comercializan la droga que piensen en el mal que están provocando a una multitud de jóvenes y

adultos de todos los sectores de la sociedad: Dios les va a pedir cuentas. La dignidad humana no

puede ser pisoteada de esta manera. El mal provocado recibe la misma reprobación dada por

Jesús a los que escandalizaban a los pequeños, los preferidos del Señor (cf. Mt 18, 7-10)”

(Benedicto XVI, Discurso en la Fazenda da Esperança, 12 de mayo de 2007).

219

REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

un proceso de reeducación y de inserción en la vida productiva de

la sociedad. Hoy por hoy, las cárceles son, con frecuencia, lamentablemente,

escuelas para aprender a delinquir.

428. Es necesario que los Estados se planteen con seriedad y verdad

la situación del sistema de justicia y la realidad carcelaria. Se

necesita una mayor agilidad en los procedimientos judiciales,

una atención personalizada del personal civil y militar que, en

condiciones muy difíciles, labora en los recintos penitenciarios,

y el reforzamiento de la formación ética y de los valores

correspondientes.

429. La Iglesia agradece a los capellanes y voluntarios que, con gran

entrega pastoral, trabajan en los recintos carcelarios, Con todo,

se debe fortalecer la pastoral penitenciaria, donde se incluyan la

labor evangelizadora y de promoción humana por parte de los

capellanes y del voluntariado carcelario. Prioridad tienen los equipos

o Vicarías de Derechos Humanos que garanticen el debido

proceso a los privados de libertad y una atención muy cercana a

la familia de los mismos.

430. Se recomienda a las Conferencias Episcopales y Diócesis fomentar

las comisiones de pastoral penitenciaria, que sensibilicen a la

sociedad sobre la grave problemática carcelaria, estimulen procesos

de reconciliación dentro del recinto penitenciario e incidan

en las políticas locales y nacionales, en lo referente a la seguridad

ciudadana y la problemática penitenciaria

 
 
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