Aparecida
  Capitulo 3
 

3

LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS

MISIONEROS PARA ANUNCIAR

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

101. En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos

con Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 5).

Jesús nos responde con una propuesta provocadora: “Yo soy el

Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Él es el verdadero camino

hacia el Padre, quien tanto amó al mundo que dio a su Hijo único,

para que todo el que crea en Él tenga vida eterna (cf. Jn 3, 16).

Esta es la vida eterna: “Que te conozcan a ti el único Dios verdadero,

y a Jesucristo tu enviado” (Jn 17, 3). La fe en Jesús como el

Hijo del Padre es la puerta de entrada a la Vida. Los discípulos de

Jesús confesamos nuestra fe con las palabras de Pedro: “Tus palabras

dan Vida eterna” (Jn 6, 68); “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios

vivo” (Mt 16, 16).

102. Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14),

verdadero Dios y verdadero hombre, prueba del amor de Dios a

los hombres. Su vida es una entrega radical de sí mismo a favor

de todas las personas, consumada definitivamente en su muerte

y resurrección. Por ser el Cordero de Dios, Él es el salvador. Su

pasión, muerte y resurrección posibilita la superación del pecado

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

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y la vida nueva para toda la humanidad. En Él, el Padre se

hace presente, porque quien conoce al Hijo conoce al Padre (cf.

Jn 14, 7).

103. Los discípulos de Jesús reconocemos que Él es el primer y más

grande evangelizador enviado por Dios (cf. Lc 4, 44) y, al mismo

tiempo, el Evangelio de Dios (cf. Rm 1, 3). Creemos y anunciamos

“la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1, 1).

Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a

Jesús (cf. Lc 9, 35) porque Él es el único Maestro (cf. Mt 23, .

Como discípulos suyos, sabemos que sus palabras son Espíritu y

Vida (cf. Jn 6, 63. 68). Con la alegría de la fe, somos misioneros

para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena nueva

de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la

ciencia y de la solidaridad con la creación.

3.1 LA BUENA NUEVA DE LA DIGNIDAD HUMANA

104. Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada

a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres y nos ha hecho

sujetos de derechos y deberes en medio de la creación. Le agradecemos

por asociarnos al perfeccionamiento del mundo, dándonos

inteligencia y capacidad para amar; por la dignidad, que

recibimos también como tarea que debemos proteger, cultivar y

promover. Lo bendecimos por el don de la fe que nos permite vivir

en alianza con Él hasta compartir la vida eterna. Lo bendecimos

por hacernos hijas e hijos suyos en Cristo, por habernos redimido

con el precio de su sangre y por la relación permanente que establece

con nosotros, que es fuente de nuestra dignidad absoluta,

innegociable e inviolable. Si el pecado ha deteriorado la imagen

de Dios en el hombre y ha herido su condición, la buena nueva,

que es Cristo, lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5,

12-21).

105. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de América Latina y

El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente

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en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente

de los pobres y marginados. En su testimonio, llevado hasta la

entrega total, resplandece la dignidad del ser humano.

3.2 LA BUENA NUEVA DE LA VIDA

106. Alabamos a Dios por el don maravilloso de la vida y por quienes la

honran y la dignifican al ponerla al servicio de los demás; por el

espíritu alegre de nuestros pueblos que aman la música, la danza,

la poesía, el arte, el deporte y cultivan una firme esperanza en

medio de problemas y luchas. Alabamos a Dios porque, siendo

nosotros pecadores, nos mostró su amor reconciliándonos consigo

por la muerte de su Hijo en la cruz. Lo alabamos porque ahora

continúa derramando su amor en nosotros por el Espíritu Santo

y alimentándonos con la Eucaristía, pan de vida (cf. Jn 6, 35).

La Encíclica “Evangelio de la Vida”, de Juan Pablo II, ilumina el

gran valor de la vida humana, la cual debemos cuidar y por la cual

continuamente alabamos a Dios.

107. Bendecimos al Padre por el don de su Hijo Jesucristo, “rostro

humano de Dios y rostro divino del hombre”44.

En realidad, tan sólo en el misterio del Verbo encarnado

se aclara verdaderamente el misterio del hombre. Cristo,

en la revelación misma del misterio del Padre y de su

amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre

y le descubre su altísima vocación45.

108. Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sinceramente

a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, puede

llegar a descubrir, en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm

2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta

su término natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a

44 BENEDICTO XVI, Oración por la V Conferencia.

45 GS 22.

LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

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ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento

de este derecho, se fundamenta “la convivencia humana y

la misma comunidad política”46.

109. Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntima de Dios

en su misterio más elevado, la comunión trinitaria. Es tal el amor

de Dios, que hace del hombre, peregrino en este mundo, su morada:

“Vendremos a él y viviremos en él” (Jn 14, 23). Ante la desesperanza

de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término

definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la

vida eterna en la que Dios será todo en todos (cf. 1 Co 15, 28).

Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presenta la vida en

Dios como valor supremo: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo,

si pierde su vida?” (Mc 8, 36)47.

110. Ante el subjetivismo hedonista, Jesús propone entregar la vida

para ganarla, porque “quien aprecie su vida terrena, la perderá”

(Jn 12, 25). Es propio del discípulo de Cristo gastar su vida como

sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo, Jesús convoca

a vivir y caminar juntos. La vida cristiana sólo se profundiza y se

desarrolla en la comunión fraterna. Jesús nos dice “uno es su maestro,

y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, . Ante la despersonalización,

Jesús ayuda a construir identidades integradas.

111. La propia vocación, la propia libertad y la propia originalidad son

dones de Dios para la plenitud y el servicio del mundo.

112. Ante la exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la

vida digna de todo ser humano. De su Maestro, el discípulo ha

aprendido a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de

explotación de la persona humana48. Sólo el Señor es autor y dueño

de la vida. El ser humano, su imagen viviente, es siempre sa-

46 EV 2.

47 Cf. EN 8.

48 Cf. BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma, 2007.

91

grado, desde su concepción hasta su muerte natural; en todas las

circunstancias y condiciones de su vida. Ante las estructuras de

muerte, Jesús hace presente la vida plena. “Yo he venido para dar

vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10).

Por ello, sana a los enfermos, expulsa los demonios y compromete

a los discípulos en la promoción de la dignidad humana y de

relaciones sociales fundadas en la justicia.

113. Ante la naturaleza amenazada, Jesús, que conocía el cuidado del

Padre por las criaturas que Él alimenta y embellece (cf. Lc 12, 28),

nos convoca a cuidar la tierra para que brinde abrigo y sustento a

todos los hombres (cf. Gn 1, 29; 2, 15).

3.3 LA BUENA NUEVA DE LA FAMILIA

114. Proclamamos con alegría el valor de la familia en América Latina

y El Caribe. Afirma el Papa Benedicto XVI que la familia

patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros

más importantes de los pueblos latinoamericanos

y caribeños. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra

de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana

nace y se acoge generosa y responsablemente…

La familia es insustituible para la serenidad personal y

para la educación de sus hijos49.

115. Agradecemos a Cristo que nos revela que “Dios es amor y vive en

sí mismo un misterio personal de amor”50 y, optando por vivir en

familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de ‘Iglesia

Doméstica’.

116. Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer,

aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los

49 DI 5.

50 Cf. FC 11.

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LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

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seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y

mujer los creó” (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el

que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad

y complementariedad51.

117. El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra

su plenitud cuando participa del amor divino, del amor

de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en su amor

pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor conyugal es la donación

recíproca entre un varón y una mujer, los esposos: es fiel y

exclusivo hasta la muerte y fecundo, abierto a la vida y a la educación

de los hijos, asemejándose al amor fecundo de la Santísima

Trinidad52. El amor conyugal es asumido en el Sacramento del

Matrimonio para significar la unión de Cristo con su Iglesia, por

eso, en la gracia de Jesucristo, encuentra su purificación, alimento

y plenitud (cf. Ef 5, 25-33).

118. En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el

camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la

vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de

la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una

vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y

testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa

e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de

sus hijos.

119. Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones.

La presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia

nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos

de esperanza. Muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados

por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de

familias.

51 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la

colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, 31 de mayo de 2004.

52 HV 9.

93

3.4 LA BUENA NUEVA DE LA ACTIVIDAD HUMANA

3.4.1 El trabajo

120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra

de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación

de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas.

Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al

trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la

vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia

del hombre en la tierra”53, por la cual el hombre y la mujer

se realizan a sí mismos como seres humanos54. El trabajo garantiza

la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente “la clave

esencial de toda ‘la cuestión social’”55.

121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar

de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano

sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso terreno,

sino también a la santificación personal y a la construcción

del Reino de Dios56. El desempleo, la injusta remuneración del

trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de

Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio,

promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento

de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la

cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia

del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor,

garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la

comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas

minusválidas según sus posibilidades57.

122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres

y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores

53 LE 4.

54 Cf. LE 9.

55 Cf. Ibíd., 3.

56 Cf. Ibíd., 27; 2 Ts 3,10.

57 Ibíd., 22.

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de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar

de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria

cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio

ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando,

buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores

y la justicia.

3.4.2 La ciencia y la tecnología

123. Alabamos a Dios por quienes cultivan las ciencias y la tecnología,

ofreciendo una inmensa cantidad de bienes y valores culturales

que han contribuido, entre otras cosas, a prolongar la expectativa

de vida y su calidad. Sin embargo, la ciencia y la tecnología no

tienen las respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana.

La respuesta última a las cuestiones fundamentales del hombre

sólo puede venir de una razón y ética integrales iluminadas

por la revelación de Dios. Cuando la verdad, el bien y la belleza se

separan; cuando la persona humana y sus exigencias fundamentales

no constituyen el criterio ético, la ciencia y la tecnología se

vuelven contra el hombre que las ha creado.

124. Hoy día, las fronteras trazadas entre las ciencias se desvanecen.

Con este modo de comprender el diálogo, se sugiere la idea de

que ningún conocimiento es completamente autónomo. Esta situación

le abre un terreno de oportunidades a la teología para

interactuar con las ciencias sociales.

3.5 LA BUENA NUEVA DEL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES

Y ECOLOGÍA

125. Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que

creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de

todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y

de su belleza. También la creación es manifestación del amor

providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y

la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy

95

se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos

claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aun

destruye su ‘hábitat’. “Nuestra hermana la madre tierra”58 es nuestra

casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos

y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y

el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas,

es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad

y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios

le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla,

respetando siempre el orden que le dio el Creador.

126. La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología

humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la

familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina

de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre

(cf. 1 Co 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos,

para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal

de los bienes exige la solidaridad con la generación presente

y las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su

uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva

respetando el desarrollo sostenible.

3.6 EL CONTINENTE DE LA ESPERANZA Y DEL AMOR

127. Agradecemos a Dios como discípulos y misioneros porque la

mayoría de los latinoamericanos y caribeños están bautizados. La

providencia de Dios nos ha confiado el precioso patrimonio de la

pertenencia a la Iglesia por el don del bautismo que nos ha hecho

miembros del Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios peregrino en tierras

americanas, desde hace más de quinientos años. Alienta nuestra

esperanza la multitud de nuestros niños, los ideales de nuestros

jóvenes y el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a

pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor.

58 FRANCISCO DE ASÍS, Cántico de las Criaturas, 9.

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Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece

en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita,

en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el

amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal

como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar

solos o en la miseria a sus propios hijos59.

128. Reconocemos el don de la vitalidad de la Iglesia que peregrina en

América Latina y El Caribe, su opción por los pobres, sus parroquias,

sus comunidades, sus asociaciones, sus movimientos

eclesiales, nuevas comunidades y sus múltiples servicios sociales

y educativos. Alabamos al Señor porque ha hecho de este continente

un espacio de comunión y comunicación de pueblos y culturas

indígenas. También agradecemos el protagonismo que van

adquiriendo sectores que fueron desplazados: mujeres, indígenas,

afroamericanas, campesinos y habitantes de áreas marginales de

las grandes ciudades. Toda la vida de nuestros pueblos fundada

en Cristo y redimida por Él, puede mirar al futuro con esperanza y

alegría acogiendo el llamado del Papa Benedicto XVI: “¡Sólo de la

Eucaristía brotará la civilización del amor que transformará

Latinoamérica y El Caribe para que además de ser el Continente

de la esperanza, sea también el Continente del amor!”60.

59 DI 1.

60 DI 4.

 

 

 
 
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