Aparecida
  Capitulo 5
 

5

LA COMUNIÓN

DE LOS DISCÍPULOS

MISIONEROS EN LA IGLESIA

5.1 LLAMADOS A VIVIR EN COMUNIÓN

154. Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los doce para vivir en comunión

con Él (cf. Mc 3, 14). Para favorecer la comunión y evaluar

la misión, Jesús les pide: “Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado,

para descansar un poco” (Mc 6, 31-32). En otras oportunidades,

se encontrará con ellos para explicarles el misterio del Reino

(cf. Mc 4, 11.33-34). De la misma manera se comporta con el

grupo de los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10, 17-20). Al parecer,

el encuentro a solas indica que Jesús quiere hablarles al corazón

(cf. Os 2, 14). Hoy, también el encuentro de los discípulos con

Jesús en la intimidad es indispensable para alimentar la vida comunitaria

y la actividad misionera.

155. Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con

el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la

comunión en el Espíritu Santo” (2 Co 13, 13). El misterio de la

Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia:

“Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu

Santo”, llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e insLA

VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

108

trumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el

género humano”65. La comunión de los fieles y de las Iglesias

Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con

la Trinidad.

156. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión

en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación,

muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia

y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos

que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial

y ella “nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia

Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva

a la comunión”66. Esto significa que una dimensión constitutiva

del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad

concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de

discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y

con el Papa.

157. Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del

Espíritu Santo que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a

llamar a Dios “Abba”. Todos los bautizados y bautizadas de América

Latina y El Caribe, “a través del sacerdocio común del Pueblo

de Dios”67, estamos llamados a vivir y transmitir la comunión con

la Trinidad, pues “la evangelización es un llamado a la participación

de la comunión trinitaria”68.

158. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos

asiduamente para “escuchar la enseñanza de los apóstoles,

vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones”

(Hch 2, 42). La comunión de la Iglesia se nutre con el Pan de

la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía,

65 LG 1.

66 DI 3.

67 Ibíd., 5.

68 DP 218.

109

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

participación de todos en el mismo Pan de Vida y en el mismo

Cáliz de Salvación, nos hace miembros del mismo Cuerpo (cf. 1

Co 10, 17). Ella es fuente y culmen de la vida cristiana69, su expresión

más perfecta y el alimento de la vida en comunión. En la

Eucaristía, se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen

de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo.

La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de comunión”70,

donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al

servicio de la misión evangelizadora.

159. La Iglesia, como “comunidad de amor”71, está llamada a reflejar la

gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas

y a los pueblos hacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida

por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sienten

convocados y recorren la hermosa aventura de la fe. “Que

también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea”

(Jn 17, 21). La Iglesia crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’:

como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor”72. La

Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de

Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él

nos amó (cf. Rm 12, 4-13; Jn 13, 34).

160. La Iglesia peregrina vive anticipadamente la belleza del amor, que

se realizará al final de los tiempos en la perfecta comunión con

Dios y los hombres73. Su riqueza consiste en vivir ya en este tiempo

la “comunión de los santos”, es decir, la comunión en los bienes

divinos entre todos los miembros de la Iglesia, en particular

entre los que peregrinan y los que ya gozan de la gloria74. Constatamos

que, en nuestra Iglesia, existen numerosos católicos que

69 Cf. LG 11.

70 NMI 43.

71 DCE 19.

72 BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia General del

Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida, Brasil.

73 Cf. Ibíd.

74 Cf. LG 49.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

110

expresan su fe y su pertenencia de forma esporádica, especialmente

a través de la piedad a Jesucristo, la Virgen y su devoción a

los santos. Los invitamos a profundizar su fe y a participar más

plenamente en la vida de la Iglesia, recordándoles que “en virtud

del bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de

Jesucristo”75.

161. La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo

por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo

y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que

une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y

hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la

misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros

(1 Co 13; Col 3, 12-14).

162. La diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte

para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual

los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás

para que circule la caridad (cf. 1 Co 12, 4-12). Cada bautizado, en

efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad y

complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único

Cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. El reconocimiento

práctico de la unidad orgánica y la diversidad de funciones

asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento

de reconciliación y paz para nuestros pueblos. Cada comunidad

está llamada a descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos

que el Espíritu regala a los fieles.

163. En el pueblo de Dios, “la comunión y la misión están profundamente

unidas entre sí… La comunión es misionera y la misión es

para la comunión”76. En las iglesias particulares, todos los miembros

del pueblo de Dios, según sus vocaciones específicas, estamos

convocados a la santidad en la comunión y la misión.

75 DI 3.

76 ChL 32.

111

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

5.2 LUGARES ECLESIALES PARA LA COMUNIÓN

5.2.1 La diócesis, lugar privilegiado de la comunión

164. La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El

discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una

comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando

un Pueblo77. Este es un aspecto que distingue la vivencia

de la vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual.

Por eso, la experiencia de fe siempre se vive en una Iglesia

Particular.

165. Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica

existe y se manifiesta en cada Iglesia particular, en comunión

con el Obispo de Roma78. Esta es, como lo afirma el Concilio,

“una porción del pueblo de Dios confiada a un obispo para que la

apaciente con su presbiterio”79.

166. La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia.

Es la realización concreta del misterio de la Iglesia Universal,

en un determinado lugar y tiempo. Para eso, ella debe estar en

comunión con las otras Iglesias particulares y bajo el pastoreo

supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las

Iglesias.

167. La maduración en el seguimiento de Jesús y la pasión por anunciarlo

requieren que la Iglesia particular se renueve constantemente

en su vida y ardor misionero. Sólo así puede ser, para todos los

bautizados, casa y escuela de comunión, de participación y solidaridad.

En su realidad social concreta, el discípulo hace la experiencia

del encuentro con Jesucristo vivo, madura su vocación

cristiana, descubre la riqueza y la gracia de ser misionero y anuncia

la Palabra con alegría.

77 LG 9.

78 ChL 85.

79 ChD 11.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

112

168. La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada

a ser una “comunidad misionera”80. Cada Diócesis necesita

robustecer su conciencia misionera, saliendo al encuentro de

quienes aún no creen en Cristo en el ámbito de su propio territorio

y responder adecuadamente a los grandes problemas de la

sociedad en la cual está inserta. Pero también, con espíritu materno,

está llamada a salir en búsqueda de todos los bautizados que

no participan en la vida de las comunidades cristianas.

169. La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la

comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción

pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad

de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten

en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio

territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada

participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta

a los nuevos desafíos. Porque un proyecto sólo es eficiente

si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad

educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación

o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente

en la pastoral orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado

a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto

pastoral de la Diócesis.

5.2.2 La Parroquia, comunidad de comunidades

170. Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los

discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias.

Ellas son células vivas de la Iglesia81 y el lugar privilegiado en el

que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de

Cristo y la comunión eclesial82. Están llamadas a ser casas y escuelas

de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha

expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con

80 Cf. ChL 32.

81 AA 10; SD 55.

82 EAm, 41.

113

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de

una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean

de verdad

espacios de la iniciación cristiana, de la educación y

celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas,

servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario

y responsable, integradoras de movimientos de

apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural

de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales

y supraparroquiales y a las realidades circundantes83.

171. Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables

de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente.

El Espíritu Santo, que actúa en Jesucristo, es también

enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque

su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre

a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés

(cf. Hch 2, 1-13).

172. La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige

reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades

y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se

sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en

comunión. Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo

“hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su

Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada

por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e

inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio

de Dios y de su voluntad. Toda parroquia está llamada a ser el

espacio donde se recibe y acoge la Palabra, se celebra y se expresa

en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la fuente dinámica

del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se

deje iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz.

83 Ibíd.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

114

173. La V Conferencia General es una oportunidad para que todas nuestras

parroquias se vuelvan misioneras. Es limitado el número de

católicos que llegan a nuestra celebración dominical; es inmenso

el número de los alejados, así como el de los que no conocen a

Cristo. La renovación misionera de las parroquias se impone tanto

en la evangelización de las grandes ciudades como del mundo

rural de nuestro continente, que nos está exigiendo imaginación

y creatividad para llegar a las multitudes que anhelan el Evangelio

de Jesucristo. Particularmente, en el mundo urbano, se plantea la

creación de nuevas estructuras pastorales, puesto que muchas

de ellas nacieron en otras épocas para responder a las necesidades

del ámbito rural.

174. Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer

milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos

misioneros. Solamente a través de la multiplicación de ellos

podremos llegar a responder a las exigencias misioneras del momento

actual. También es importante recordar que el campo específico

de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo

del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política, los

medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos de

la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los contextos

donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos84.

175. Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cf. Hch

2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de

la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la catequesis, en la

vida sacramental y la práctica de la caridad85. En la celebración

eucarística, ella renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual

se fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia

una escuela de vida cristiana. En ella, juntamente con la adoración

eucarística y con la práctica del sacramento de la reconciliación

para acercarse dignamente a comulgar, se preparan sus

84 LG 31.33; GS 43; AA 2.

85 BENEDICTO XVI, Audiencia General, Viaje Apostólico a Brasil, 23 de mayo de 2007.

115

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

miembros en orden a dar frutos permanentes de caridad, reconciliación

y justicia para la vida del mundo.

a) La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, hace que

nuestras parroquias sean siempre comunidades eucarísticas

que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador.

Ellas también celebran con alegría:

b) En el Bautismo: la incorporación de un nuevo miembro a

Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia.

c) En la Confirmación: la perfección del carácter bautismal y el

fortalecimiento de la pertenencia eclesial y de la madurez

apostólica.

d) En la Penitencia o Reconciliación: la conversión que todos

necesitamos para combatir el pecado, que nos hace incoherentes

con los compromisos bautismales.

e) En la Unción de los Enfermos: el sentido evangélico de los

miembros de la comunidad, seriamente enfermos o en peligro

de muerte.

f) En el sacramento del Orden: el don del ministerio apostólico

que sigue ejerciéndose en la Iglesia para el servicio pastoral

de todos los fieles.

g) En el Matrimonio: el amor esponsal que como gracia de Dios

germina y crece hasta la madurez haciendo efectiva en la vida

cotidiana la donación total que mutuamente se hicieron al

casarse.

176. La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace

presente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre (cf. Fil 2,6-8),

nos plantea la exigencia de una evangelización integral. La inmensa

mayoría de los católicos de nuestro continente viven bajo el

flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica,

física, espiritual, moral, etc. Si Jesús vino para que todos tengamos

vida en plenitud, la parroquia tiene la hermosa ocasión de

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

116

responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos. Para

ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena

samaritana como Él. Cada parroquia debe llegar a concretar en

signos solidarios su compromiso social en los diversos medios

en que ella se mueve, con toda “la imaginación de la caridad”86.

No puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría

de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas.

Toda auténtica misión unifica la preocupación por la

dimensión trascendente del ser humano y por todas sus necesidades

concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo

ofrece.

177. Benedicto XVI nos recuerda que “el amor a la Eucaristía lleva también

a apreciar cada vez más el Sacramento de la Reconciliación87.

Vivimos en una cultura marcada por un fuerte relativismo y una

pérdida del sentido del pecado que nos lleva a olvidar la necesidad

del sacramento de la Reconciliación para acercarnos dignamente

a recibir la Eucaristía. Como pastores, estamos llamados a

fomentar la confesión frecuente. Invitamos a nuestros presbíteros

a dedicar tiempo suficiente para ofrecer el sacramento de la reconciliación

con celo pastoral y entrañas de misericordia, a preparar

dignamente los lugares de la celebración, de manera que

sean expresión del significado de este sacramento. Igualmente,

pedimos a nuestros fieles valorar este regalo maravilloso de Dios

y acercarse a él para renovar la gracia bautismal y vivir, con mayor

autenticidad, la llamada de Jesús a ser sus discípulos y misioneros.

Nosotros, obispos y presbíteros, ministros de la reconciliación,

estamos llamados a vivir, de manera particular, la intimidad

con el Maestro. Somos conscientes de nuestra debilidad y de la

necesidad de ser purificados por la gracia del sacramento, que se

nos ofrece para identificarnos cada vez más con Cristo, Buen

Pastor y misionero del Padre. A la vez, con plena disponibilidad,

tenemos la alegría de ser ministros de la reconciliación, también

86 NMI 50.

87 SC 20.

117

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

nosotros hemos de acercarnos frecuentemente, en un camino penitencial,

al Sacramento de la Reconciliación.

5.2.3 Comunidades Eclesiales de Base

y Pequeñas comunidades

178. En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y

de El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido escuelas

que han ayudado a formar cristianos comprometidos con

su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega

generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros

suyos. Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades,

como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2,

42-47). Medellín reconoció en ellas una célula inicial de

estructuración eclesial y foco de fe y evangelización88. Puebla constató

que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades

eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento

mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en

nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales

y a la educación de la fe de los adultos89, sin embargo, también

constató “que no han faltado miembros de comunidad o comunidades

enteras que, atraídas por instituciones puramente laicas

o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el sentido

eclesial”90.

179. Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero

de Jesús, tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad

y la orientación de sus Pastores como guía que asegura

la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y

misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible

de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla

de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad

y en la Iglesia. Manteniéndose en comunión con su obispo e in-

88 Cf. Medellín, 15.

89 Cf. Puebla, 629.

90 Ibíd., 630.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

118

sertándose al proyecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten

en un signo de vitalidad en la Iglesia particular. Actuando

así, juntamente con los grupos parroquiales, asociaciones y movimientos

eclesiales, pueden contribuir a revitalizar las parroquias

haciendo de las mismas una comunidad de comunidades. En su

esfuerzo de corresponder a los desafíos de los tiempos actuales,

las comunidades eclesiales de base cuidarán de no alterar el tesoro

precioso de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.

180. Como respuesta a las exigencias de la evangelización, junto con

las comunidades eclesiales de base, hay otras válidas formas de

pequeñas comunidades, e incluso redes de comunidades, de

movimientos, grupos de vida, de oración y de reflexión de la Palabra

de Dios. Todas las comunidades y grupos eclesiales darán fruto

en la medida en que la Eucaristía sea el centro de su vida y la

Palabra de Dios sea faro de su camino y su actuación en la única

Iglesia de Cristo.

5.2.4 Las Conferencias Episcopales y la comunión

entre las Iglesias

181. Los obispos, además del servicio a la comunión que prestan en

sus Iglesias particulares, ejercen este oficio junto con las otras

iglesias diocesanas. De este modo, realizan y manifiestan el vínculo

de comunión que las une entre sí. Esta experiencia de comunión

episcopal, sobre todo después del Concilio Vaticano II, debe

entenderse como un encuentro con Cristo vivo, presente en los

hermanos que están reunidos en su nombre91. Para crecer en esa

fraternidad y en la corresponsabilidad pastoral, los obispos deben

cultivar la espiritualidad de la comunión en orden a acrecentar los

vínculos de colegialidad que los unen a los demás obispos de su

propia Conferencia, pero también a todo el Colegio Episcopal y a

la Iglesia de Roma, presidida por el sucesor de Pedro: cum Petro

et sub Petro92. En la Conferencia Episcopal, los obispos encuen-

91 Cf. EAm 37.

119

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

tran su espacio de discernimiento solidario de los grandes problemas

de la sociedad y de la Iglesia, y el estímulo para brindar las

orientaciones pastorales que animen a los miembros del Pueblo

de Dios a asumir con fidelidad y decisión su vocación de ser discípulos

misioneros.

182. El Pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias

particulares y, a través de ellas, como un intercambio entre las

culturas. En este marco, los obispos y las Iglesias locales expresan

su solicitud por todas las Iglesias, especialmente por las más

cercanas, reunidas en las provincias eclesiásticas, las conferencias

regionales, y otras formas de asociación interdiocesana en el interior

de cada Nación o entre países de una misma Región o Continente.

Estas variadas formas de comunión estimulan con vigor

las “relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias”93

y fomentan “una mayor cooperación entre las iglesias hermanas”94.

183. El CELAM es un organismo eclesial de fraterna ayuda episcopal,

cuya preocupación fundamental es colaborar para la evangelización

del Continente. A lo largo de sus 50 años, ha brindado servicios

muy importantes a las Conferencias Episcopales y a nuestras

Iglesias Particulares, entre los que destacamos las Conferencias

Generales, los Encuentros Regionales, los Seminarios de estudio,

en sus diversos organismos e instituciones. El resultado de todo

este esfuerzo es una sentida fraternidad entre los Obispos del Continente

y una reflexión teológica y un lenguaje pastoral común

que favorece la comunión y el intercambio entre las Iglesias.

5.3 DISCÍPULOS MISIONEROS CON VOCACIONES ESPECÍFICAS

184. La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su fuente,

por la fe y el bautismo, y crece en la Iglesia, comunidad donde

92 Cf. JUAN PABLO II, Apostolos suos.

93 Ibíd., 33.

94 Ibíd., 74.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

120

todos sus miembros adquieren igual dignidad y participan de diversos

ministerios y carismas. De este modo, se realiza en la Iglesia

la forma propia y específica de vivir la santidad bautismal al

servicio del Reino de Dios.

185. En el fiel cumplimiento de su vocación bautismal, el discípulo ha

de tener en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a

la Iglesia de Jesús, entre otros: el éxodo de fieles a las sectas y

otros grupos religiosos; las corrientes culturales contrarias a Cristo

y la Iglesia; el desaliento de sacerdotes frente al vasto trabajo

pastoral; la escasez de sacerdotes en muchos lugares; el cambio

de paradigmas culturales; el fenómeno de la globalización y la

secularización; los graves problemas de violencia, pobreza e injusticia;

la creciente cultura de la muerte que afecta la vida en

todas sus formas.

5.3.1 Los obispos, discípulos misioneros

de Jesús Sumo Sacerdote

186. Los obispos, como sucesores de los apóstoles, junto con el Sumo

Pontífice y bajo su autoridad95, con fe y esperanza, hemos aceptado

la vocación de servir al Pueblo de Dios, conforme al corazón de

Cristo Buen Pastor. Junto con todos los fieles y en virtud del bautismo,

somos, ante todo, discípulos y miembros del Pueblo de

Dios. Como todos los bautizados, y junto con ellos, queremos

seguir a Jesús, Maestro de vida y de verdad, en la comunión de la

Iglesia. Como Pastores, servidores del Evangelio, somos conscientes

de ser llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la Iglesia en la

intimidad de la oración, y de la donación de nosotros mismos a

los hermanos y hermanas, a quienes presidimos en la caridad. Es

como dice san Agustín: con ustedes soy cristiano, para ustedes

soy obispo.

187. El Señor nos llama a promover por todos los medios la caridad y

la santidad de los fieles. Nos empeñamos para que el pueblo de

95 Cf. ChD 2.

121

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

Dios crezca en la gracia mediante los sacramentos presididos por

nosotros mismos y por los demás ministros ordenados. Estamos

llamados a ser maestros de la fe y, por tanto, a anunciar la Buena

Nueva, que es fuente de esperanza para todos, a velar y promover

con solicitud y coraje la fe católica. En virtud de la íntima fraternidad,

que proviene del sacramento del Orden, tenemos el deber

de cultivar de manera especial los vínculos que nos unen a nuestros

presbíteros y diáconos. Servimos a Cristo y a la Iglesia mediante el

discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en

su modo de pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio

de los hombres. En síntesis, los obispos hemos de ser testigos

cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor (cf. Jn 10, 1-18).

188. Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades

a nosotros encomendadas, estamos llamados a “hacer de

la Iglesia una casa y escuela de comunión”96. Como animadores

de la comunión, tenemos la misión de acoger, discernir y animar

carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. Como padres y centro

de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un rostro

de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos como en su

propia casa. Para todo el Pueblo de Dios, en especial para los

presbíteros, buscamos ser padres, amigos y hermanos, siempre

abiertos al diálogo.

189. Para crecer en estas actitudes, los obispos hemos de procurar la

unión constante con el Señor, cultivar la espiritualidad de la comunión

con todos los que creen en Cristo y promover los vínculos

de colegialidad que los unen al Colegio Episcopal, particularmente

con su cabeza, el Obispo de Roma. No podemos olvidar

que el obispo es principio y constructor de la unidad de su Iglesia

particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre

de los fieles, especialmente de los pobres, y que su principal

tarea es ser maestros de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y

la administración de los sacramentos, como servidores de la grey.

96 NMI 43.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

122

190. Todo el pueblo de Dios debe agradecer a los Obispos eméritos,

que como pastores han entregado su vida al servicio del Reino,

siendo discípulos y misioneros. A ellos los acogemos con cariño

y aprovechamos su vasta experiencia apostólica, que todavía puede

producir muchos frutos. Ellos mantienen profundos vínculos

con las diócesis que les fueron confiadas, a las que están unidos

por su caridad y su oración.

5.3.2 Los presbíteros, discípulos misioneros

de Jesús Buen Pastor

5.3.2.1 Identidad y misión de los presbíteros

191. Valoramos y agradecemos con gozo que la inmensa mayoría de

los presbíteros vivan su ministerio con fidelidad y sean modelo

para los demás, que saquen tiempo para su formación permanente,

que cultiven una vida espiritual que estimula a los demás

presbíteros, centrada en la escucha de la Palabra de Dios y en la

celebración diaria de la Eucaristía: “¡Mi Misa es mi vida y mi vida

es una Misa prolongada!”97. Agradecemos también a aquellos que

han sido enviados a otras Iglesias motivados por un auténtico sentido

misionero.

192. Una mirada a nuestro momento actual nos muestra situaciones

que afectan y desafían la vida y el ministerio de nuestros presbíteros.

Entre otras, la identidad teológica del ministerio presbiteral,

su inserción en la cultura actual y situaciones que inciden en su

existencia.

193. El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio

presbiteral. El Concilio Vaticano II establece el sacerdocio

ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada

uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del

único sacerdocio de Cristo98. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote,

97 HURTADO, Alberto, Un fuego que enciende otros fuegos, pp. 69-70.

98 Cf. LG 10.

123

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

nos ha redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos

todos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros. El sacerdote

no puede caer en la tentación de considerarse solamente un

mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un

don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión

con Cristo cabeza. “Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los

hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo

aquello que se refiere al servicio de Dios” (Hb 5,1).

194. El segundo desafío se refiere al ministerio del presbítero inserto

en la cultura actual. El presbítero está llamado a conocerla para

sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje

de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible,

esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de

hoy, especialmente para los jóvenes. Este desafío incluye la necesidad

de potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente

de los presbíteros, en sus cuatro dimensiones humana, espiritual,

intelectual y pastoral99.

195. El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato

y a una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral,

que se nutre en la experiencia personal con Dios y en la comunión

con los hermanos; asimismo al cultivo de relaciones fraternas

con el Obispo, con los demás presbíteros de la diócesis y con

laicos. Para que el ministerio del presbítero sea coherente y testimonial,

éste debe amar y realizar su tarea pastoral en comunión

con el obispo y con los demás presbíteros de la diócesis. El ministerio

sacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene una “radical

forma comunitaria” y sólo puede ser desarrollado como una “tarea

colectiva”100. El sacerdote debe ser hombre de oración, maduro

en su elección de vida por Dios, hacer uso de los medios de

perseverancia, como el Sacramento de la confesión, la devoción

a la Santísima Virgen, la mortificación y la entrega apasionada a

su misión pastoral.

99 Cf. PDV 72.

100 Ibíd. 17.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

124

196. En particular, el presbítero es invitado a valorar, como un don de

Dios, el celibato que le posibilita una especial configuración con

el estilo de vida del propio Cristo y lo hace signo de su caridad

pastoral en la entrega a Dios y a los hombres con corazón pleno e

indiviso. “En efecto, esta opción del sacerdote es una expresión

peculiar de la entrega que lo configura con Cristo y de la entrega

de sí mismo por el Reino de Dios”101. El celibato pide asumir con

madurez la propia afectividad y sexualidad, viviéndolas con serenidad

y alegría en un camino comunitario102.

197. Otros desafíos son de carácter estructural, como por ejemplo la

existencia de parroquias demasiado grandes, que dificultan el ejercicio

de una pastoral adecuada: parroquias muy pobres, que hacen

que los pastores se dediquen a otras tareas para poder subsistir;

parroquias situadas en sectores de extrema violencia e

inseguridad, y la falta y mala distribución de presbíteros en las

Iglesias del Continente.

198. El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre

de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor

de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades.

La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal,

anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones,

valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su

presbiterio.

199. El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos:

que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con

el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu,

que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración;

de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad pastoral:

que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los

más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda

101 SCa 24.

102 Cf. PDV 44.

125

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos,

religiosas y laicos; de presbíteros-servidores de la vida: que estén

atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en

la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la

cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de

misericordia, disponibles para administrar el sacramento de la

reconciliación.

200. Todo esto requiere que las diócesis y las Conferencias Episcopales

desarrollen una pastoral presbiteral que privilegie la espiritualidad

específica y la formación permanente e integral de los sacerdotes.

La Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis enfatiza que:

La formación permanente, precisamente porque es “permanente”,

debe acompañar a los sacerdotes siempre,

esto es, en cualquier período y situación de su vida, así

como en los diversos cargos de responsabilidad eclesial

que se les confíen; todo ello, teniendo en cuenta, naturalmente,

las posibilidades y características propias de

la edad, condiciones de vida y tareas encomendadas103.

Teniendo en cuenta el número de presbíteros que abandonaron

el ministerio, cada Iglesia particular procure establecer con ellos

relaciones de fraternidad y de mutua colaboración conforme a las

normas prescritas por la Iglesia.

5.3.2.2 Los párrocos, animadores de una comunidad

de discípulos misioneros

201. La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos

y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera

exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo,

porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede

renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardo-

103 PDV 76.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

126

roso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados

y no se contenta con la simple administración.

202. Pero, sin duda, no basta la entrega generosa del sacerdote y de las

comunidades de religiosos. Se requiere que todos los laicos se

sientan corresponsables en la formación de los discípulos y en la

misión. Esto supone que los párrocos sean promotores y

animadores de la diversidad misionera y que dediquen tiempo

generosamente al sacramento de la reconciliación. Una parroquia

renovada multiplica las personas que prestan servicios y acrecienta

los ministerios. Igualmente, en este campo, se requiere imaginación

para encontrar respuesta a los muchos y siempre cambiantes

desafíos que plantea la realidad, exigiendo nuevos servicios y

ministerios. La integración de todos ellos en la unidad de un único

proyecto evangelizador es esencial para asegurar una comunión

misionera.

203. Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere organismos

que superen cualquier clase de burocracia. Los Consejos

Pastorales Parroquiales tendrán que estar formados por discípulos

misioneros constantemente preocupados por llegar a todos.

El Consejo de Asuntos Económicos, junto a toda la comunidad

parroquial, trabajará para obtener los recursos necesarios, de

manera que la misión avance y se haga realidad en todos los ambientes.

Estos y todos los organismos han de estar animados por

una espiritualidad de comunión misionera:

Sin este camino espiritual de poco servirían los instrumentos

externos de la comunión. Se convertirían en

medios sin alma, máscaras de comunión más que sus

modos de expresión y crecimiento104.

204. Dentro del territorio parroquial, la familia cristiana es la primera y

más básica comunidad eclesial. En ella se viven y se transmiten

104 NMI 43.

127

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

los valores fundamentales de la vida cristiana. Se le llama “Iglesia

Doméstica”105. Allí, los padres son los primeros transmisores de la

fe a sus hijos, enseñándoles, a través del ejemplo y la palabra, a

ser verdaderos discípulos misioneros. Al mismo tiempo, cuando

esta experiencia de discipulado misionero es auténtica, “una familia

se hace evangelizadora de muchas otras familias y del ambiente

en que ella vive”106. Esto opera en la vida diaria “dentro y a

través de los hechos, las dificultades, los acontecimientos de la

existencia de cada día”107. El Espíritu, que todo lo hace nuevo,

actúa aun dentro de situaciones irregulares en las que se realiza

un proceso de transmisión de la fe, pero hemos de reconocer que,

en las actuales circunstancias, a veces, este proceso se encuentra

con bastantes dificultades. La Parroquia no se propone llegar sólo

a sujetos aislados, sino a la vida de todas las familias, para fortalecer

su dimensión misionera.

5.3.3 Los diáconos permanentes, discípulos misioneros

de Jesús Servidor

205. Algunos discípulos y misioneros del Señor son llamados a servir a

la Iglesia como diáconos permanentes, fortalecidos, en su mayoría,

por la doble sacramentalidad del matrimonio y del Orden. Ellos

son ordenados para el servicio de la Palabra, de la caridad y de la

liturgia, especialmente para los sacramentos del Bautismo y del

Matrimonio; también para acompañar la formación de nuevas

comunidades eclesiales, especialmente en las fronteras geográficas

y culturales, donde ordinariamente no llega la acción

evangelizadora de la Iglesia.

206. Cada diácono permanente debe cultivar esmeradamente su inserción

en el cuerpo diaconal, en fiel comunión con su obispo y

en estrecha unidad con los presbíteros y demás miembros del

pueblo de Dios. Cuando están al servicio de una parroquia, es

105 LG 11.

106 FC 52; CCE 1655-1658, 2204-2206, 2685.

107 FC 51.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

128

necesario que los diáconos y presbíteros busquen el diálogo y

trabajen en comunión.

207. Ellos deben recibir una adecuada formación humana, espiritual,

doctrinal y pastoral con programas adecuados, que tengan en

cuenta –en el caso de los que están casados– a la esposa y su

familia. Su formación los habilitará a ejercer con fruto su ministerio

en los campos de la evangelización, de la vida de las comunidades,

de la liturgia y de la acción social, especialmente con los

más necesitados, dando testimonio, así, de Cristo servidor al lado

de los enfermos, de los que sufren, de los migrantes y refugiados,

de los excluidos y de las víctimas de la violencia y encarcelados.

208. La V Conferencia espera de los diáconos un testimonio evangélico

y un impulso misionero para que sean apóstoles en sus familias,

en sus trabajos, en sus comunidades y en las nuevas fronteras

de la misión. No hay que crear en los candidatos al diaconado

permanente expectativas que superen la naturaleza propia que

corresponde al grado del diaconado.

5.3.4 Los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros

de Jesús, Luz del mundo

209. Los fieles laicos son

los cristianos que están incorporados a Cristo por el

bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de

las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos

realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo

cristiano en la Iglesia y en el mundo108.

Son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres

del mundo en el corazón de la Iglesia109.

108 Cf. LG 31.

109 DP 786.

129

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

210. Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo

que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación

de las realidades y la creación de estructuras justas según

los criterios del Evangelio.

El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el

mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad

social y de la economía, como también el de la

cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional,

de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas

a la evangelización, como son el amor, la familia, la

educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional

y el sufrimiento110.

Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando

autenticidad y coherencia en su conducta.

211. Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral

de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo

lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la

vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades

locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos

a abrirles espacios de participación y a confiarles ministerios y

responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera

responsable su compromiso cristiano. A los catequistas, delegados

de la Palabra y animadores de comunidades, que cumplen

una magnífica labor dentro de la Iglesia111, les reconocemos y

animamos a continuar el compromiso que adquirieron en el bautismo

y en la confirmación.

212. Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos

necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un

adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de

110 EN 70.

111 Cf. LG 31.33; GS 43; AA 2.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

130

los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica,

política y cultural.

213. Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse

en estado de misión. La evangelización del Continente, nos decía

el papa Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la colaboración

de los fieles laicos112. Ellos han de ser parte activa y creativa en la

elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad.

Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura

de mentalidad para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer”

del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación,

es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es necesario

que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de

comunión y participación113.

214. En este contexto, el fortalecimiento de variadas asociaciones

laicales, movimientos apostólicos eclesiales e itinerarios de formación

cristiana, y comunidades eclesiales y nuevas comunidades,

que deben ser apoyados por los pastores, son un signo

esperanzador. Ellos ayudan a que muchos bautizados y muchos

grupos misioneros asuman con mayor responsabilidad su identidad

cristiana y colaboren más activamente en la misión

evangelizadora. En las últimas décadas, varias asociaciones y

movimientos apostólicos laicales han desarrollado un fuerte

protagonismo. Por ello, un adecuado discernimiento, animación,

coordinación y conducción pastoral, sobre todo de parte de los

sucesores de los Apóstoles, contribuirá a ordenar este don para la

edificación de la única Iglesia114.

215. Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos parroquiales,

Consejos diocesanos y nacionales de fieles laicos, porque

incentivan la comunión y la participación en la Iglesia y su pre-

112 Cf. EAm 44.

113 Cf. PG 11.

114 Cf. BENEDICTO XVI, Homilía en la Celebración de las primeras vísperas en la Vigilia de Pentecostés,

Encuentro con los movimientos y nuevas comunidades eclesiales, 3 de junio de 2006.

131

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

sencia activa en el mundo. La construcción de ciudadanía, en el

sentido más amplio, y la construcción de eclesialidad en los laicos,

es uno solo y único movimiento.

5.3.5 Los consagrados y consagradas, discípulos

misioneros de Jesús Testigo del Padre

216. La vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu a

su Iglesia115, y constituye un elemento decisivo para su misión116.

Se expresa en la vida monástica, contemplativa y activa, los institutos

seculares, a los que se añaden las sociedades de vida apostólica

y otras nuevas formas. Es un camino de especial seguimiento

de Cristo, para dedicarse a Él con un corazón indiviso, y ponerse,

como Él, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendo la

forma de vida que Cristo escogió para venir a este mundo: una

vida virginal, pobre y obediente117.

217. En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas

son llamados a hacer de sus lugares de presencia, de su vida

fraterna en comunión y de sus obras, espacios de anuncio explícito

del Evangelio, principalmente a los más pobres, como lo han

hecho en nuestro continente desde el inicio de la evangelización.

De este modo, colaboran, según sus carismas fundacionales, con

la gestación de una nueva generación de cristianos discípulos y

misioneros, y de una sociedad donde se respete la justicia y la

dignidad de la persona humana.

218. Desde su ser, la vida consagrada está llamada a ser experta en

comunión, tanto al interior de la Iglesia como de la sociedad. Su

vida y su misión deben estar insertas en la Iglesia particular y en

comunión con el Obispo. Para ello, es necesario crear cauces comunes

e iniciativas de colaboración, que lleven a un conocimiento

y valoración mutuos y a un compartir la misión con todos los

llamados a seguir a Jesús.

115 VC 1.

116 Ibíd., 3.

117 Ibíd., 14, 16 y 18.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

132

219. En un continente, en el cual se manifiestan serias tendencias de

secularización, también en la vida consagrada, los religiosos están

llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y

de su Reino. La vida consagrada se convierte en testigo del Dios

de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es

testigo de libertad frente al mercado y a las riquezas que valoran a

las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega en

el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la

erotización y banalización de las relaciones (castidad).

220. En la actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada

está llamada a ser una vida discipular, apasionada por Jesúscamino

al Padre misericordioso, por lo mismo, de carácter profundamente

místico y comunitario. Está llamada a ser una vida

misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre,

por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de

Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva,

para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega

de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y

martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia

del Continente. Y al servicio del mundo, apasionada por Jesúsvida

del Padre, que se hace presente en los más pequeños y en los

últimos a quienes sirve desde el propio carisma y espiritualidad.

221. De manera especial, América Latina y El Caribe necesitan de la

vida contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar la

vida de sentido y de gozo.

En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino,

ante la supervaloración de lo material, ustedes queridas

religiosas, comprometidas desde sus claustros en ser testigos

de unos valores por los que viven, sean testigos del

Señor para el mundo de hoy, infundan con su oración un

nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual118.

118 JUAN PABLO II, Discurso a las Religiosas de Clausura en la Catedral de Guadalajara, México, 30

de enero de 1979.

133

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

222. El Espíritu Santo sigue suscitando nuevas formas de vida consagrada

en la Iglesia, las cuales necesitan ser acogidas y acompañadas

en su crecimiento y desarrollo en el interior de las Iglesias

locales. El Obispo ha de hacer un discernimiento serio y ponderado

sobre su sentido, necesidad y autenticidad. Los Pastores valoran

como un inestimable don la virginidad consagrada, de quienes

se entregan a Cristo y a su Iglesia con generosidad y corazón indiviso,

y se proponen velar por su formación inicial y permanente.

223. Las Confederaciones de Institutos Seculares (CISAL) y de religiosas

y religiosos (CLAR) y las Conferencias Nacionales son estructuras

de servicio y de animación que, en auténtica comunión con

los Pastores y bajo su orientación, en un diálogo fecundo y amistoso119,

están llamadas a estimular a sus miembros a realizar la

misión como discípulos y misioneros al servicio del Reino de

Dios120.

224. Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la

vida consagrada, especialmente del testimonio y aporte de las religiosas

contemplativas y de vida apostólica que, junto a los demás

hermanos religiosos, miembros de Institutos Seculares y Sociedades

de Vida Apostólica, muestran el rostro materno de la Iglesia.

Su anhelo de escucha, acogida y servicio, y su testimonio de

los valores alternativos del Reino, muestran que una nueva sociedad

latinoamericana y caribeña, fundada en Cristo, es posible121.

5.4 LOS QUE HAN DEJADO LA IGLESIA PARA UNIRSE

A OTROS GRUPOS RELIGIOSOS

225. Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera

que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos

“no católicos” creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos

119 Cf. PC 23; CIC 708.

120 Cf. VC 50-53.

121 Cf. DI 5.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

134

viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos

estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas

teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar

respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros,

responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado,

como debería ser, en la Iglesia.

226. Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes:

a) La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer

a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”,

una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio

kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores,

que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida

integral.

b) La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan comunidades

cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se

sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario

que nuestros fieles se sientan realmente miembros

de una comunidad eclesial y corresponsables en su desarrollo.

Eso permitirá un mayor compromiso y entrega en y por la

Iglesia.

c) La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia

religiosa y una destacada convivencia comunitaria,

nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la

Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única

manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino,

acentuadamente vivencial y comunitario, la formación doctrinal

no se experimenta como un conocimiento teórico y frío,

sino como una herramienta fundamental y necesaria en el

crecimiento espiritual, personal y comunitario.

d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al

encuentro de los alejados, se interesa por su situación, a fin

de reencantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella.

135

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

5.5 DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO

5.5.1 Diálogo ecuménico para que el mundo crea

227. La comprensión y la práctica de la eclesiología de comunión nos

conduce al diálogo ecuménico. La relación con los hermanos y

hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales

es un camino irrenunciable para el discípulo y misionero122, pues

la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un atraso

del cumplimiento del deseo de Cristo: “Que todos sean uno, lo

mismo que lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos

a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado”

(Jn 17, 21).

228. El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente

sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal: “Expresa la comunión

real, aunque imperfecta” que ya existe entre “los que fueron

regenerados por el bautismo” y el testimonio concreto de fraternidad123.

El Magisterio insiste en el carácter trinitario y bautismal

del esfuerzo ecuménico, donde el diálogo emerge como actitud

espiritual y práctica, en un camino de conversión y reconciliación.

Sólo así llegará “el día en que podremos celebrar, junto con todos

los que creen en Cristo, la divina Eucaristía”124. Una vía fecunda

para avanzar hacia la comunión es recuperar en nuestras comunidades

el sentido del compromiso del Bautismo.

229. Hoy se hace necesario rehabilitar la auténtica apologética que

hacían los padres de la Iglesia como explicación de la fe. La apologética

no tiene porqué ser negativa o meramente defensiva per

se. Implica, más bien, la capacidad de decir lo que está en nuestras

mentes y corazones de forma clara y convincente, como dice

san Pablo “haciendo la verdad en la caridad” (Ef. 4, 15). Los discípulos

y misioneros de Cristo de hoy necesitan, más que nunca, una

apologética renovada para que todos puedan tener vida en Él.

122 Cf. UUS 3.

123 Ibíd., 96.

124 SC 56.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

136

230. A veces, olvidamos que la unidad es, ante todo, un don del Espíritu

Santo, y oramos poco por esta intención.

Esta conversión del corazón y esta santidad de vida,

juntamente con las oraciones privadas y públicas por

la unidad de los cristianos, han de considerarse como el

alma de todo el movimiento ecuménico y con razón

puede llamarse ecumenismo espiritual125.

231. Hace más de cuarenta años, el Concilio Vaticano II reconoció la

acción del Espíritu Santo en el movimiento por la unidad de los

cristianos. Desde entonces, hemos recogido muchos frutos. En

este campo, necesitamos más agentes de diálogo y mejor calificados.

Es bueno hacer más conocidas las declaraciones que la

propia Iglesia Católica ha suscrito en el campo del ecumenismo

desde el Concilio. Los diálogos bilaterales y multilaterales han

producido buenos frutos. También es oportuno estudiar el Directorio

ecuménico y sus indicaciones respecto a la catequesis, la

liturgia, la formación presbiteral y la pastoral126. La movilidad humana,

característica del mundo de hoy, puede ser ocasión propicia

del diálogo ecuménico de la vida127.

232. En nuestro contexto, el surgimiento de nuevos grupos religiosos,

más la tendencia a confundir el ecumenismo con el diálogo

interreligioso, han obstaculizado el logro de mayores frutos en el

diálogo ecuménico. Por lo mismo, alentamos a los ministros ordenados,

a los laicos y a la vida consagrada a participar de organismos

ecuménicos con una cuidadosa preparación y un esmerado

seguimiento de los pastores, y realizar acciones conjuntas

en los diversos campos de la vida eclesial, pastoral y social. En

efecto, el contacto ecuménico favorece la estima recíproca, con-

125 UR 8.

126 Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, La dimensión ecuménica

en la formación de los que trabajan en el ministerio pastoral, nn. 3-5.

127 Cf. Pontifício Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Instrucción Erga migrantes

caritas Christi 56-58.

137

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

voca a la escucha común de la palabra de Dios y llama a la conversión

a los que se declaran discípulos y misioneros de Jesucristo.

Esperamos que la promoción de la unidad de los cristianos,

asumida por las Conferencias Episcopales, se consolide y fructifique

bajo la luz del Espíritu Santo.

233. En esta nueva etapa evangelizadora, queremos que el diálogo y la

cooperación ecuménica se encaminen a suscitar nuevas formas

de discipulado y misión en comunión. Cabe observar que, donde

se establece el diálogo, disminuye el proselitismo, crece el conocimiento

recíproco, el respeto y se abren posibilidades de testimonio

común.

234. Como respuesta generosa a la oración del Señor “que todos sean

uno” (Jn 17, 21), los Papas nos han animado a avanzar pacientemente

en el camino de la unidad. Juan Pablo II nos exhorta:

En el valiente camino hacia la unidad, la claridad y prudencia

de la fe nos llevan a evitar el falso irenismo y el

desinterés por las normas de la Iglesia. Inversamente, la

misma claridad y la misma prudencia nos recomiendan

evitar la tibieza en la búsqueda de la unidad y más

aún la posición preconcebida o el derrotismo que tiende

a ver todo como negativo128.

Benedicto XVI abrió su pontificado diciendo:

No bastan las manifestaciones de buenos sentimientos.

Hacen falta gestos concretos que penetren en los espíritus

y sacudan las conciencias, impulsando a cada uno

a la conversión interior, que es el fundamento de todo

progreso en el camino del ecumenismo129.

128 UUS 79.

129 BENEDICTO XVI, Primer mensaje al término de la concelebración eucarística con los cardenales

electores en la Capilla Sixtina, miércoles 20 de abril de 2005.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

138

5.5.2 Relación con el judaísmo y diálogo interreligioso

235. Reconocemos con gratitud los lazos que nos relacionan con el

pueblo judío, con el cual nos une la fe en el único Dios y su Palabra

revelada en el Antiguo Testamento130. Son nuestros “hermanos

mayores” en la fe de Abraham, Isaac y Jacob. Nos duele la

historia de desencuentros que han sufrido, también en nuestros

países. Son muchas las causas comunes que en la actualidad reclaman

mayor colaboración y aprecio mutuo.

236. Por el soplo del Espíritu Santo y otros medios de Dios conocidos,

la gracia de Cristo puede alcanzar a todos los que Él redimió, más

allá de la comunidad eclesial, todavía de modos diferentes131.

Explicitar y promover esta salvación, ya operante en el mundo, es

una de las tareas de la Iglesia con respecto a las palabras del Señor:

“Sean mis testigos hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, .

237. El diálogo interreligioso, en especial con las religiones

monoteístas, se fundamenta justamente en la misión que Cristo

nos confió, solicitando la sabia articulación entre el anuncio y el

diálogo como elementos constitutivos de la evangelización132. Con

tal actitud, la Iglesia, “Sacramento universal de salvación”133, refleja

la luz de Cristo que “ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). La

presencia de la Iglesia entre las religiones no cristianas está hecha

de empeño, discernimiento y testimonio, apoyados en la fe,

esperanza y caridad teologales134.

238. Aún cuando el subjetivismo y la identidad poco definida de ciertas

propuestas dificulten los contactos, eso no nos permite

abandonar el compromiso y la gracia del diálogo135. En lugar de

130 Cf. NAe 4.

131 Cf. Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y Congregación para la Evangelización de los

Pueblos, Diálogo y anuncio, 1991, 29.

132 Cf. NMI 55.

133 LG 1.

134 Cf. Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y Congregación para la Evangelización de los

Pueblos, Diálogo y anuncio, 1991, n. 40.

135 Ibíd., 89.

139

LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA

desistir, hay que invertir en el conocimiento de las religiones, en el

discernimiento teológico-pastoral y en la formación de agentes

competentes para el diálogo interreligioso, atendiendo a las diferentes

visiones religiosas presentes en las culturas de nuestro continente.

El diálogo interreligioso no significa que se deje de anunciar

la Buena Nueva de Jesucristo a los pueblos no cristianos, con

mansedumbre y respeto por sus convicciones religiosas.

239. El diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene

un especial significado en la construcción de la nueva humanidad:

abre caminos inéditos de testimonio cristiano, promueve la

libertad y dignidad de los pueblos, estimula la colaboración por el

bien común, supera la violencia motivada por actitudes religiosas

fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana: es

un campo de bienaventuranzas que son asumidas por la Doctrina

Social de la Iglesia.

 

 
 
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