Aparecida
  Capitulo 10
 

10

NUESTROS PUEBLOS

Y LA CULTURA

10.1 LA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓN

476. La cultura, en su comprensión más extensa, representa el modo

particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación

con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y

con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana262.

En cuanto tal, es patrimonio común de los pueblos, también de

América Latina y de El Caribe.

477. La V Conferencia en Aparecida mira positivamente y con verdadera

empatía las distintas formas de cultura presentes en nuestro

continente. La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y

vivida, cuando penetra profundamente en el substrato cultural de

un pueblo263. De este modo, aparece toda la importancia de la

cultura para la evangelización. Pues la salvación aportada por Jesucristo

debe ser luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones

gozosas o sufridas, las cuestiones presentes en las culturas

respectivas de los pueblos. El encuentro de la fe con las culturas

262 Cf. GS 53.

263 Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes al Congreso Mundial del Movimiento General de

Acción Cultural, 16 de enero de 1982.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

244

las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece.

Pues todas ellas buscan en última instancia la verdad, que es

Cristo (Jn 14, 6).

478. Con el Santo Padre, damos gracias por el hecho de que la Iglesia,

“ayudando a los fieles cristianos a vivir su fe con alegría y coherencia”

ha sido, a lo largo de su historia en este continente, creadora

y animadora de cultura: “La fe en Dios ha animado la vida y la

cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos”. Esta realidad

se ha expresado en

el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones

religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes,

unidas por una misma historia y por un mismo credo, y

formando una gran sintonía en la diversidad de culturas

y de lenguas264.

479. Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas

expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor

el misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo

así a una catolicidad más plena, no solo geográfica, sino

también cultural. Sin embargo, este patrimonio cultural latinoamericano

y caribeño se ve confrontado con la cultura actual, que

presenta luces y sombras. Debemos considerarla con empatía para

entenderla, pero también con una postura crítica para descubrir

lo que en ella es fruto de la limitación humana y del pecado. Ella

presenta muchos y sucesivos cambios, provocados por nuevos

conocimientos y descubrimientos de la ciencia y de la técnica. De

este modo, se desvanece una única imagen del mundo que ofrecía

orientación para la vida cotidiana. Recae, por tanto, sobre el

individuo toda la responsabilidad de construir su personalidad y

plasmar su identidad social. Así tenemos por un lado, la emergencia

de la subjetividad, el respeto a la dignidad y a la libertad de

cada uno, sin duda una importante conquista de la humanidad.

264 DI 1.

245

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

Por otro lado, este mismo pluralismo de orden cultural y religioso,

propagado fuertemente por una cultura globalizada, acaba por

erigir el individualismo como característica dominante de la actual

sociedad, responsable del relativismo ético y la crisis de la

familia.

480. Muchos católicos se encuentran desorientados frente a este cambio

cultural. Compete a la Iglesia denunciar claramente “estos

modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad

del hombre”265. Es necesario presentar la persona humana

como el centro de toda la vida social y cultural, resultando en ella:

la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios y la vocación a ser

hijos en el Hijo, llamados a compartir su vida por toda la eternidad.

La fe cristiana nos muestra a Jesucristo como la verdad última

del ser humano266, el modelo en el que el ser hombre se despliega

en todo su esplendor ontológico y existencial. Anunciarlo

integralmente en nuestros días exige coraje y espíritu profético.

Contrarrestar la cultura de muerte con la cultura cristiana de la

solidaridad es un imperativo que nos toca a todos y que fue un

objetivo constante de la enseñaza social de la Iglesia. Sin embargo,

el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura

actual. Ésta debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida

por la Iglesia, con un lenguaje comprendido por nuestros

contemporáneos. Solamente así la fe cristiana podrá aparecer

como realidad pertinente y significativa de salvación. Pero, esta

misma fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para

la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido,

talentos apropiados deberán ser creativos en sus campos de

actuación: el mundo de la cultura, de la política, de la opinión

pública, del arte y de la ciencia.

265 BENEDICTO XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2007.

266 GS 22.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

246

10.2 LA EDUCACIÓN COMO BIEN PÚBLICO

481. Anteriormente, nos referimos a la educación católica, pero, como

pastores, no podemos ignorar la misión del Estado en el campo

educativo, velando de un modo particular por la educación de los

niños y jóvenes. Estos centros educativos no deberían ignorar que

la apertura a la trascendencia es una dimensión de la vida humana,

por lo cual la formación integral de las personas reclama la

inclusión de contenidos religiosos.

482. La Iglesia cree que

los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les

estimule a apreciar con recta conciencia los valores

morales y a prestarles su adhesión personal y también

a que se les estimule a conocer y amar más a Dios. Ruega,

pues, encarecidamente a todos los que gobiernan

los pueblos, o están al frente de la educación, procurar

que la juventud nunca se vea privada de este sagrado

derecho267.

483. Ante las dificultades que encontramos al respecto en varios

países, queremos empeñarnos en la formación religiosa de los

fieles que asisten a las escuelas públicas de gestión estatal, procurando

acompañarlos también a través de otras instancias

formativas en nuestras parroquias y diócesis. Al mismo tiempo,

agradecemos la dedicación de los profesores de religión en las

escuelas públicas y los animamos en esta tarea. Los estimulamos

para que impulsen una capacitación doctrinal y pedagógica. Agradecemos

también a quienes, por la oración y la vida comunitaria,

se esfuerzan por ser testimonio de fe y de coherencia en estas

escuelas.

267 GE 1.

247

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

10.3 PASTORAL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL

484. La revolución tecnológica y los procesos de globalización conforman

el mundo actual como una gran cultura mediática. Esto implica

una capacidad para reconocer los nuevos lenguajes, que

pueden ayudar a una mayor humanización global. Estos nuevos

lenguajes configuran un elemento articulador de los cambios en

la sociedad.

485. “En nuestro siglo tan influenciado por los medios de comunicación

social, el primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento

de la fe, no pueden prescindir de esos medios”.

Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad

de extender casi sin límites el campo de audición

de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena

Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable

ante Dios si no empleara esos poderosos medios,

que la inteligencia humana perfecciona cada vez más.

Con ellos la Iglesia ‘proclama desde las azoteas’ (cf. Mt

10, 27; Lc 12, 3) el mensaje del que es depositaria. En

ellos encuentra una versión moderna y eficaz del ‘púlpito’.

Gracias a ellos puede hablar a las multitudes268.

486. A fin de formar discípulos y misioneros en este campo, nosotros,

los obispos reunidos en la V Conferencia, nos comprometemos a

acompañar a los comunicadores, procurando:

a) Conocer y valorar esta nueva cultura de la comunicación.

b) Promover la formación profesional en la cultura de la comunicación

de todos los agentes y creyentes.

c) Formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos

con los valores humanos y cristianos en la transfor-

268 EN 45.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

248

mación evangélica de la sociedad, con particular atención a

los propietarios, directores, programadores, periodistas y

locutores.

d) Apoyar y optimizar, por parte de la Iglesia, la creación de medios

de comunicación social propios, tanto en los sectores

televisivo y radial, como en los sitios de Internet y en los medios

impresos.

e) Estar presente en los medios de comunicación social: prensa,

radio y TV, cine digital, sitios de Internet, foros y tantos

otros sistemas para introducir en ellos el misterio de Cristo.

f) Educar la formación crítica en el uso de los medios de comunicación

desde la primera edad.

g) Animar las iniciativas existentes o por crear en este campo,

con espíritu de comunión.

h) Suscitar leyes para promover una nueva cultura que proteja a

los niños, jóvenes y a las personas más vulnerables, para que

la comunicación no conculque los valores y, en cambio, cree

criterios válidos de discernimiento269.

i) Desarrollar una política de comunicación capaz de ayudar,

tanto las pastorales de comunicación como los medios de

comunicación de inspiración católica, a encontrar su lugar

en la misión evangelizadora de la Iglesia.

487. La Internet, vista dentro del panorama de la comunicación social,

debe ser entendida, en la línea ya proclamada en el Concilio

Vaticano II, como una de las “maravillosas invenciones de la

técnica”270.

269 Cf. Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los derechos de la familia, Art. 5f, 22 de octubre

de 1983.

270 Inter Mirifica, n. 1.

249

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

Para la Iglesia, el nuevo mundo del espacio cibernético

es una exhortación a la gran aventura de la utilización

de su potencial para proclamar el mensaje evangélico.

Este desafío está en el centro de lo que significa, al inicio

del milenio, seguir el mandato del Señor, de “avanzar”:

Duc in altum! (Lc 5,4)271.

488. La Iglesia se acerca a este nuevo medio con realismo y

confianza. Como los otros instrumentos de comunicación,

él es un medio y no un fin en sí mismo. La Internet

puede ofrecer magníficas oportunidades de evangelización,

si es usada con competencia y una clara conciencia

de sus fortalezas y debilidades272.

489. Los medios de comunicación, en general, no sustituyen las relaciones

personales ni la vida comunitaria local. Sin embargo, los

sitios pueden reforzar y estimular el intercambio de experiencias y

de informaciones que intensifiquen la práctica religiosa a través

de acompañamientos y orientaciones. También en la familia deben

los padres alertar a sus hijos para un uso consciente de los

contenidos disponibles en la Internet, para complementar su formación

educacional y moral.

490. Dado que la exclusión digital es evidente, las parroquias, comunidades,

centros culturales e instituciones educacionales católicas

podrían ser estimuladoras de la creación de puntos de red y salas

digitales para promover la inclusión, desarrollando nuevas iniciativas

y aprovechando, con una mirada positiva, aquellas que ya

existen. En América Latina y El Caribe existen revistas, periódicos,

sitios, portales y servicios on line que llevan contenidos informativos

y formativos, además de orientaciones religiosas y sociales

diversas, tales como “sacerdote”, “orientador espiritual”, “orienta-

271 JUAN PABLO II, Mensaje para la 36º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Internet: un

nuevo fuero para la proclamación del Evangelio, n. 2, 12 de mayo de 2002.

272 Ibíd. 3.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

250

dor vocacional”, “profesor”, “médico”, entre otros. Hay innumerables

escuelas e instituciones católicas que ofrecen cursos a distancia

de teología y cultura bíblica.

10.4 NUEVOS AREÓPAGOS Y CENTROS DE DECISIÓN

491. Queremos felicitar e incentivar a tantos discípulos y misioneros

de Jesucristo que, con su presencia ética coherente, siguen sembrando

los valores evangélicos en los ambientes donde tradicionalmente

se hace cultura y en los nuevos areópagos: el mundo de

las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la

liberación de los pueblos, sobre todo de las minorías, la promoción

de la mujer y de los niños, la ecología y la protección de la

naturaleza. Y “el vastísimo areópago de la cultura, de la experimentación

científica, de las relaciones internacionales”273. Evangelizar

la cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por

los pobres y el compromiso con la realidad, nace del amor apasionado

a Cristo, que acompaña al Pueblo de Dios en la misión

de inculturar el Evangelio en la historia, ardiente e infatigable en

su caridad samaritana.

492. Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y

personas que estén en los niveles de decisión. Para eso, debemos

emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios,

políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes

sindicales, cooperativos y comunitarios.

493. En la cultura actual, surgen nuevos campos misioneros y pastorales

que se abren. Uno de ellos es, sin duda, la pastoral del turismo274

y del entretenimiento, que tiene un campo inmenso de realización

en los clubes, en los deportes, salas de cine, centros comerciales

y otras opciones que a diario llaman la atención y piden ser

evangelizadas.

273 RM 37.

274 Cf. Orientaciones para la Pastoral del Turismo, L’Osservatore Romano, Ed. Italiana, Suppl. n.

157, 12 de julio de 2001.

251

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

494. Ante la falsa visión, tan difundida en nuestros días, de una incompatibilidad

entre fe y ciencia, la Iglesia proclama que la fe no es

irracional. “Fe y razón son dos alas por las cuales el espíritu humano

se eleva en la contemplación de la verdad”275. Por esto valoramos

a tantos hombres y mujeres de fe y ciencia, que aprendieron

a ver en la belleza de la naturaleza las señales del Misterio, del

amor y de la bondad de Dios, y son señales luminosas que ayudan

a comprender que el libro de la naturaleza y la Sagrada Escritura

hablan del mismo Verbo que se hizo carne.

495. Queremos valorar siempre más los espacios de diálogo entre fe y

ciencia, incluso en los medios de comunicación. Una forma de

hacerlo es a través de la difusión de la reflexión y la obra de los

grandes pensadores católicos, especialmente del siglo XX, como

referencias para la justa comprensión de la ciencia.

496. Dios no es sólo la suma Verdad. Él es también la suma Bondad y

la suprema Belleza. Por eso,

la sociedad tiene necesidad de artistas, de la misma

manera como necesita de científicos, técnicos, trabajadores,

especialistas, testigos de la fe, profesores, padres

y madres, que garanticen el crecimiento de la persona

y el progreso de la comunidad, a través de aquella forma

sublime de arte que es el ‘arte de educar’276.

497. Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva

y propositiva. Son muchos los que se dicen descontentos, no

tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la

forma como ésta es presentada. Para eso, en la elaboración de

nuestros planes pastorales queremos:

a) Favorecer la formación de un laicado capaz de actuar como

verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre la

Iglesia y la sociedad, y la sociedad y la Iglesia.

275 FR Preámbulo.

276 JUAN PABLO II, Carta a los artistas, n. 4, 4 de abril de 1999.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

252

b) Optimizar el uso de los medios de comunicación católicos,

haciéndolos más actuantes y eficaces, sea para la comunicación

de la fe, sea para el diálogo entre la Iglesia y la sociedad.

c) Actuar con los artistas, deportistas, profesionales de la moda,

periodistas, comunicadores y presentadores, así como con

los productores de información en los medios de comunicación,

con los intelectuales, profesores, líderes comunitarios y

religiosos.

d) Rescatar el papel del sacerdote como formador de opinión.

498. Aprovechando las experiencias de los Centros de Fe y Cultura o

Centros Culturales Católicos, trataremos de crear o dinamizar los

grupos de diálogo entre la Iglesia y los formadores de opinión de

los diversos campos. Convocamos a nuestras Universidades Católicas

para que sean cada vez más lugar de producción e irradiación

del diálogo entre fe y razón y del pensamiento católico.

499. Les cabe también a las Iglesias de América Latina y de El Caribe

crear oportunidades para la utilización del arte en la catequesis de

niños, adolescentes y adultos, así como en las diferentes pastorales

de la Iglesia. Es necesario también que las acciones de la Iglesia

en ese campo sean acompañadas por un mejoramiento técnico y

profesional exigido por la propia expresión artística. Por otro lado,

es también necesaria la formación de una conciencia crítica que

permita juzgar con criterios objetivos la calidad artística de lo que

realizamos.

500. Es fundamental que las celebraciones litúrgicas incorporen en sus

manifestaciones elementos artísticos que puedan transformar y

preparar a la asamblea para el encuentro con Cristo. La valorización

de los espacios de cultura existente, donde se incluyen los

propios templos, es una tarea esencial para la evangelización por

la cultura. En esa línea, también se debe incentivar la creación de

centros culturales católicos, necesarios especialmente en las áreas

más carentes, donde el acceso a la cultura es más urgente y reclama

mejorar el sentido de lo humano.

253

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

10.5 DISCÍPULOS Y MISIONEROS EN LA VIDA PÚBLICA

501. Los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz

del Evangelio todos los ámbitos de la vida social. La opción preferencial

por los pobres, de raíz evangélica, exige una atención pastoral

atenta a los constructores de la sociedad277. Si muchas de

las estructuras actuales generan pobreza, en parte se ha debido a

la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de muchos

cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas

y culturales.

502. La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que

hay

una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo

y universitario, de voces e iniciativas de líderes

católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada

que sean coherentes con sus convicciones éticas y

religiosas278.

503. Entre las señales de preocupación, se destaca, como una de las

más relevantes, la concepción del ser humano, hombre y mujer,

que se ha ido plasmando. Agresiones a la vida, en todas sus instancias,

en especial contra los más inocentes y desvalidos, pobreza

aguda y exclusión social, corrupción y relativismo ético, entre

otros aspectos, tienen como referencia un ser humano, en la práctica,

cerrado a Dios y al otro.

504. Sea un viejo laicismo exacerbado, sea un relativismo ético que se

propone como fundamento de la democracia, animan a fuertes

poderes que pretenden rechazar toda presencia y contribución de

la Iglesia en la vida pública de las naciones, y la presionan para

que se repliegue en los templos y sus servicios “religiosos”. Consciente

de la distinción entre comunidad política y comunidad

277 Cf. EV 5.

278 DI 4.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

254

religiosa, base de sana laicidad, la Iglesia no cejará de preocuparse

por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa

de principios éticos no negociables porque están arraigados en la

naturaleza humana.

505. Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada

a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen

que actuar a manera de fermento en la masa para construir una

ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La

coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social

exige la formación de la conciencia, que se traduce en un

conocimiento de la Doctrina social de la Iglesia. Para una adecuada

formación en la misma, será de mucha utilidad el Compendio

de la Doctrina Social de la Iglesia. La V Conferencia se compromete

a llevar a cabo una catequesis social incisiva, porque “la vida

cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino

también en las virtudes sociales y políticas”279.

506. El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos

de la política, de la economía y en los centros de decisiones

sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el

materialismo, los intereses egoístas y una concepción del hombre

contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que

el discípulo se cimiente en su seguimiento del Señor, que le dé la

fuerza necesaria no sólo para no sucumbir ante las insidias del

materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno a él un

consenso moral sobre los valores fundamentales que hacen posible

la construcción de una sociedad justa.

507. Pensemos cuán necesaria es la integridad moral en los políticos.

Muchos de los países latinoamericanos y caribeños, pero también

en otros continentes, viven en la miseria por problemas endémicos

de corrupción. Cuánta disciplina de integridad moral necesitamos,

entendiendo por ella, en el sentido cristiano, el autodominio

279 DI 3.

255

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

para hacer el bien, para ser servidor de la verdad y del desarrollo

de nuestras tareas sin dejarnos corromper por favores, intereses y

ventajas. Se necesita mucha fuerza y mucha perseverancia para

conservar la honestidad que debe surgir de una nueva educación

que rompa el círculo vicioso de la corrupción imperante. Realmente

necesitamos mucho esfuerzo para avanzar en la creación

de una verdadera riqueza moral que nos permita prever nuestro

propio futuro.

508. Los obispos reunidos en la V Conferencia queremos acompañar a

los constructores de la sociedad, ya que es la vocación fundamental

de la Iglesia en este sector, formar las conciencias, ser abogada de

la justicia y de la verdad, y educar en las virtudes individuales y

políticas280. Queremos llamar al sentido de responsabilidad de los

laicos para que estén presentes en la vida pública, y más en concreto

“en la formación de los consensos necesarios y en la oposición

contra las injusticias”281.

10.6 LA PASTORAL URBANA

509. El cristiano de hoy no se encuentra más en la primera línea de la

producción cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos.

Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contemporánea

compleja y plural.

510. La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas

que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y

una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende también

al mismo mundo rural. En definitiva, la ciudad trata de armonizar

la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades,

fracasando frecuentemente en este propósito.

511. En el mundo urbano, acontecen complejas transformaciones

socioeconómicas, culturales, políticas y religiosas que hacen im-

280 Cf. DI 4.

281 DI 4.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

256

pacto en todas las dimensiones de la vida. Está compuesto de

ciudades satélites y de barrios periféricos.

512. En la ciudad, conviven diferentes categorías sociales tales como

las élites económicas, sociales y políticas; la clase media con

sus diferentes niveles y la gran multitud de los pobres. En ella

coexisten binomios que la desafían cotidianamente: tradiciónmodernidad,

globalidad-particularidad, inclusión-exclusión,

personalización-despersonalización, lenguaje secular-lenguaje

religioso, homogeneidad-pluralidad, cultura urbana-pluriculturalismo.

513. La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su

tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar

con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual.

Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en la Iglesia nuevas

experiencias, tales como la renovación de las parroquias,

sectorización, nuevos ministerios, nuevas asociaciones, grupos,

comunidades y movimientos. Pero se notan actitudes de miedo a

la pastoral urbana; tendencias a encerrarse en los métodos antiguos

y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de

sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las

ciudades.

514. La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus

alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y

sufrimientos. Las sombras que marcan lo cotidiano de las ciudades,

como por ejemplo, violencia, pobreza, individualismo y exclusión,

no pueden impedirnos que busquemos y contemplemos

al Dios de la vida también en los ambientes urbanos. Las ciudades

son lugares de libertad y oportunidad. En ellas las personas

tienen la posibilidad de conocer a más personas, interactuar y

convivir con ellas. En las ciudades es posible experimentar vínculos

de fraternidad, solidaridad y universalidad. En ellas el ser humano

es llamado constantemente a caminar siempre más al encuentro

del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado

por él.

257

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

515. El proyecto de Dios es “la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén”, que

baja del cielo, junto a Dios, “engalanada como una novia que se

adorna para su esposo”, que es

la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los

hombres. Acampará con ellos; ellos serán su pueblo y

Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de

sus ojos y no habrá ya muerte ni luto, ni llanto, ni dolor,

porque todo lo antiguo ha desaparecido (Ap 21, 2-4).

Este proyecto en su plenitud es futuro, pero ya está realizándose

en Jesucristo, “el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (21, 6), que

nos dice “Yo hago nuevas todas las cosas” (21, 5).

516. La Iglesia está al servicio de la realización de esta Ciudad Santa, a

través de la proclamación y vivencia de la Palabra, de la celebración

de la Liturgia, de la comunión fraterna y del servicio, especialmente,

a los más pobres y a los que más sufren, y así va transformando

en Cristo, como fermento del Reino, la ciudad actual.

517. Reconociendo y agradeciendo el trabajo renovador que ya se realiza

en muchos centros urbanos, la V Conferencia propone y recomienda

una nueva pastoral urbana que:

a) Responda a los grandes desafíos de la creciente urbanización.

b) Sea capaz de atender a las variadas y complejas categorías

sociales, económicas, políticas y culturales: pobres, clase

media y élites.

c) Desarrolle una espiritualidad de la gratitud, de la misericordia,

de la solidaridad fraterna, actitudes propias de quien ama

desinteresadamente y sin pedir recompensa.

d) Se abra a nuevas experiencias, estilos, lenguajes que puedan

encarnar el Evangelio en la ciudad.

e) Transforme a las parroquias cada vez más en comunidades

de comunidades.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

258

f) Apueste más intensamente a la experiencia de comunidades

ambientales, integradas en nivel supraparroquial y diocesano.

g) Integre los elementos propios de la vida cristiana: la Palabra,

la Liturgia, la comunión fraterna y el servicio, especialmente, a

los que sufren pobreza económica y nuevas formas de pobreza.

h) Difunda la Palabra de Dios, la anuncie con alegría y valentía y

realice la formación de los laicos de tal modo que puedan

responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy e insertarse

en los diferentes ambientes, estructuras y centros de

decisión de la vida urbana.

i) Fomente la pastoral de la acogida a los que llegan a la ciudad

y a los que ya viven en ella, pasando de un pasivo esperar a un

activo buscar y llegar a los que están lejos con nuevas estrategias

tales como visitas a las casas, el uso de los nuevos

medios de comunicación social, y la constante cercanía a lo

que constituye para cada persona su cotidianidad.

j) Brinde atención especial al mundo del sufrimiento urbano,

es decir, que cuide de los caídos a lo largo del camino y a los

que se encuentran en los hospitales, encarcelados, excluidos,

adictos a las drogas, habitantes de las nuevas periferias,

en las nuevas urbanizaciones, y a las familias que, desintegradas,

conviven de hecho.

k) Procure la presencia de la Iglesia, por medio de nuevas parroquias

y capillas, comunidades cristianas y centros de

pastoral, en las nuevas concentraciones humanas que crecen

aceleradamente en las periferias urbanas de las grandes

ciudades por efectos de migraciones internas y situaciones

de exclusión.

518. Para que los habitantes de los centros urbanos y sus periferias,

creyentes o no creyentes, puedan encontrar en Cristo la plenitud

de vida, sentimos la urgencia de que los agentes de pastoral en

cuanto discípulos y misioneros se esfuercen en desarrollar:

259

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

a) Un estilo pastoral adecuado a la realidad urbana con atención

especial al lenguaje, a las estructuras y prácticas

pastorales así como a los horarios.

b) Un plan de pastoral orgánico y articulado que integre en un

proyecto común a las parroquias, comunidades de vida consagrada,

pequeñas comunidades, movimientos e instituciones

que inciden en la ciudad y que su objetivo sea llegar al

conjunto de la ciudad. En los casos de grandes ciudades en

las que existen varias Diócesis se hace necesario un plan

interdiocesano.

c) Una sectorización de las parroquias en unidades más pequeñas

que permitan la cercanía y un servicio más eficaz.

d) Un proceso de iniciación cristiana y de formación permanente

que retroalimente la fe de los discípulos del Señor integrando

el conocimiento, el sentimiento y el comportamiento.

e) Servicios de atención, acogida personal, dirección espiritual

y del sacramento de la reconciliación, respondiendo a la

soledad, a las grandes heridas sicológicas que sufren muchos

en las ciudades, teniendo en cuenta las relaciones

interpersonales.

f) Una atención especializada a los laicos en sus diferentes categorías:

profesionales, empresariales y trabajadores.

g) Procesos graduales de formación cristiana con la realización

de grandes eventos de multitudes, que movilicen la ciudad,

que hagan sentir que la ciudad es un conjunto, es un todo,

que sepan responder a la afectividad de sus ciudadanos y en

un lenguaje simbólico sepan transmitir el Evangelio a todas

las personas que viven en la ciudad.

h) Estrategias para llegar a los lugares cerrados de las ciudades

como urbanizaciones, condominios, torres residenciales o

aquellos ubicados en los así llamados tugurios y favelas.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

260

i) La presencia profética que sepa levantar la voz en relación a

cuestiones de valores y principios del Reino de Dios, aunque

contradiga todas las opiniones, provoque ataques y se quede

sola en su anuncio. Es decir, que sea farol de luz, ciudad colocada

en lo alto para iluminar.

j) Una mayor presencia en los centros de decisión de la ciudad

tanto en las estructuras administrativas como en las organizaciones

comunitarias, profesionales y de todo tipo de asociación

para velar por el bien común y promover los valores

del Reino.

k) La formación y acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo

en los centros de opinión, se organicen entre sí y puedan

ser asesores para toda la acción eclesial.

l) Una pastoral que tenga en cuenta la belleza en el anuncio de

la Palabra y en las diversas iniciativas ayudando a descubrir la

plena belleza que es Dios.

m) Servicios especiales que respondan a las diferentes actividades

propias de la ciudad: trabajo, ocio, deportes, turismo, arte,

etc.

n) Una descentralización de los servicios eclesiales de modo que

sean muchos más los agentes de pastoral que se integren a

esta misión, teniendo en cuenta las categorías profesionales.

o) Una formación pastoral de los futuros presbíteros y agentes

de pastoral capaz de responder a los nuevos retos de la cultura

urbana.

519. Todo lo anteriormente dicho no quita importancia, sin embargo,

a una renovada pastoral rural que fortalezca a los habitantes del

campo y su desarrollo económico y social, contrarrestando las

migraciones. A ellos se les debe anunciar la Buena Nueva para

que enriquezcan sus propias culturas y las relaciones comunitarias

y sociales.

261

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

10.7 AL SERVICIO DE LA UNIDAD Y DE LA FRATERNIDAD

DE NUESTROS PUEBLOS

520. En la nueva situación cultural afirmamos que el proyecto del Reino

está presente y es posible, y por ello aspiramos a una América

Latina y Caribeña unida, reconciliada e integrada. Esta casa común

está habitada por un complejo mestizaje y una pluralidad

étnica y cultural,

en el que el Evangelio se ha transformado (..) en el elemento

clave de una síntesis dinámica que, con matices

diversos según las naciones, expresa de todas formas la

identidad de los pueblos latinoamericanos282.

521. Los desafíos que enfrentamos hoy en América Latina y el mundo

tienen una característica peculiar. Ellos no sólo afectan a todos

nuestros pueblos de manera similar sino que, para ser enfrentados,

requieren una comprensión global y una acción conjunta.

Creemos que “un factor que puede contribuir notablemente a

superar los apremiantes problemas que hoy afectan a este continente

es la integración latinoamericana”283.

522. Por una parte, se va configurando una realidad global que hace

posible nuevos modos de conocer, aprender y comunicarse, que

nos coloca en contacto diario con la diversidad de nuestro mundo

y crea posibilidades para una unión y solidaridad más estrechas

a niveles regionales y a nivel mundial. Por otra parte, se generan

nuevas formas de empobrecimiento, exclusión e injusticia.

El Continente de la esperanza debe lograr su integración sobre

los cimientos de la vida, el amor y la paz.

523. Reconocemos una profunda vocación a la unidad en el “corazón”

de cada hombre, por tener todos el mismo origen y Padre, y por

llevar en sí la imagen y semejanza del mismo Dios en su comu-

282 BENEDICTO XVI, Audiencia General, Viaje Apostólico a Brasil, 23 de mayo de 2007.

283 SD 15.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

262

nión trinitaria (cf. Gn 1, 26). La Iglesia se reconoce en las enseñanzas

del Concilio Vaticano II como “sacramento de unidad del

género humano”, consciente de la victoria pascual de Cristo pero

viviendo en el mundo que está aún bajo el poder del pecado, con

su secuela de contradicciones, dominaciones y muerte. Desde esta

lectura creyente de la historia se percibe la ambigüedad del actual

proceso de globalización.

524. La Iglesia de Dios en América Latina y El Caribe es sacramento de

comunión de sus pueblos. Es morada de sus pueblos; es casa de

los pobres de Dios. Convoca y congrega todos en su misterio de

comunión, sin discriminaciones ni exclusiones por motivos de

sexo, raza, condición social y pertenencia nacional. Cuanto más

la Iglesia refleja, vive y comunica ese don de inaudita unidad, que

encuentra en la comunión trinitaria su fuente, modelo y destino,

resulta más significativo e incisivo su operar como sujeto de reconciliación

y comunión en la vida de nuestros pueblos. María

Santísima es la presencia materna indispensable y decisiva en la

gestación de un pueblo de hijos y hermanos, de discípulos y misioneros

de su Hijo.

525. La dignidad de reconocernos como una familia de latinoamericanos

y caribeños implica una experiencia singular de proximidad,

fraternidad y solidaridad. No somos un mero continente, apenas

un hecho geográfico con un mosaico ininteligible de contenidos.

Tampoco somos una suma de pueblos y de etnias que se yuxtaponen.

Una y plural, América Latina es la casa común, la gran

patria de hermanos

de unos pueblos –como afirmó S.S. Juan Pablo II en Santo

Domingo284a quienes la misma geografía, la fe cristiana,

la lengua y la cultura han unido definitivamente

en el camino de la historia.

284 JUAN PABLO II, Discurso inaugural en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,

12 de octubre de 1992.

263

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

Es, pues, una unidad que está muy lejos de reducirse a uniformidad,

sino que se enriquece con muchas diversidades locales, nacionales

y culturales.

526. Ya la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se

proponía “reanudar con renovado vigor la evangelización de la

cultura de nuestros pueblos y de los diversos grupos étnicos” para

que “la fe evangélica, como base de comunión, se proyecte en

formas de integración justa en los cuadros respectivos de una

nacionalidad, de una gran patria latinoamericana (...)”285. La IV

Conferencia en Santo Domingo volvía a proponer “el permanente

rejuvenecimiento del ideal de nuestros próceres sobre la Patria

Grande”. La V Conferencia en Aparecida expresa su firme voluntad

de proseguir ese compromiso.

527. No hay por cierto otra región que cuente con tantos factores de

unidad como América Latina –de los que la vigencia de la tradición

católica es cimiento fundamental de su construcción–, pero

se trata de una unidad desgarrada porque atravesada por profundas

dominaciones y contradicciones, todavía incapaz de incorporar

en sí “todas las sangres” y de superar la brecha de estridentes

desigualdades y marginaciones. Es nuestra patria grande pero lo

será realmente “grande” cuando lo sea para todos, con mayor justicia.

En efecto, es una contradicción dolorosa que el Continente

del mayor número de católicos sea también el de mayor inequidad

social.

528. Apreciamos en los últimos 20 años avances significativos y

promisorios en los procesos y sistemas de integración de nuestros

países. Se han intensificado las relaciones comerciales y las

políticas. Es nueva y más estrecha la comunicación y solidaridad

entre el Brasil y los países hispanoamericanos y los caribeños. Sin

embargo, hay muy graves bloqueos que empantanan esos procesos.

Es frágil y ambigua una mera integración comercial. Lo es

285 DP 428.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

264

también cuando se reduce a cuestión de cúpulas políticas y económicas

y no arraiga en la vida y participación de los pueblos. Los

retrasos en la integración tienden a profundizar la pobreza y las

desigualdades, mientras las redes del narcotráfico se integran más

allá de toda frontera. No obstante que el lenguaje político abunde

sobre la integración, la dialéctica de la contraposición parece prevalecer

sobre el dinamismo de la solidaridad y amistad. La unidad

no se construye por contraposición a enemigos comunes sino

por realización de una identidad común.

10.8 LA INTEGRACIÓN DE LOS INDÍGENAS Y AFROAMERICANOS

529. Como discípulos de Jesucristo, encarnado en la vida de todos los

pueblos descubrimos y reconocemos desde la fe las “semillas del

Verbo”286 presentes en las tradiciones y culturas de los pueblos

indígenas de América Latina. De ellos valoramos su profundo aprecio

comunitario por la vida, presente en toda la creación, en la

existencia cotidiana y en la milenaria experiencia religiosa, que

dinamiza sus culturas, la que llega a su plenitud en la revelación

del verdadero rostro de Dios por Jesucristo.

530. Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos

a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de

sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio,

una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos.

Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad

acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios

de comunicación social y otros espacios de opinión. A partir

de los principios del Evangelio apoyamos la denuncia de actitudes

contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y

nos comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los

indígenas, así como a procurar los aprendizajes educativos y laborales

con las transformaciones culturales que ello implica.

286 Cf. SD 245.

265

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

531. La Iglesia estará atenta ante los intentos de desarraigar la fe católica

de las comunidades indígenas, con lo cual se las dejaría en

situación de indefensión y confusión ante los embates de las ideologías

y de algunos grupos alienantes, lo que atentaría contra el

bien de las mismas comunidades.

532. El seguimiento de Jesús en el Continente pasa también por el

reconocimiento de los afroamericanos como un reto que nos interpela

para vivir el verdadero amor a Dios y al prójimo. Ser discípulos

y misioneros significa asumir la actitud de compasión y

cuidado del Padre, que se manifiestan en la acción liberadora de

Jesús.

La Iglesia defiende los auténticos valores culturales de

todos los pueblos, especialmente de los oprimidos, indefensos

y marginados, ante la fuerza arrolladora de las

estructuras de pecado manifiestas en la sociedad

moderna287.

Conocer los valores culturales, la historia y tradiciones de los

afroamericanos, entrar en diálogo fraterno y respetuoso con ellos,

es un paso importante en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Nos acompañe en ello el testimonio de san Pedro Claver.

533. Por esto, la Iglesia denuncia la práctica de la discriminación y del

racismo en sus diferentes expresiones, pues ofende en lo más profundo

la dignidad humana creada a “imagen y semejanza de Dios”.

Nos preocupa que pocos afroamericanos accedan a la educación

superior, con lo cual se vuelve más difícil su acceso a los ámbitos

de decisión en la sociedad. En su misión de abogada de la justicia

y de los pobres se hace solidaria de los afroamericanos en las

reivindicaciones por la defensa de sus territorios, en la afirmación

de sus derechos, ciudadanía, proyectos propios de desarrollo y

conciencia de negritud. La Iglesia apoya el diálogo entre cultura

287 SD 243.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

266

negra y fe cristiana y sus luchas por la justicia social, e incentiva la

participación activa de los afroamericanos en las acciones

pastorales de nuestras Iglesias y del CELAM. La Iglesia con su

predicación, vida sacramental y pastoral habrá de ayudar a que

las heridas culturales injustamente sufridas en la historia de los

afroamericanos, no absorban, ni paralicen desde dentro, el dinamismo

de su personalidad humana, de su identidad étnica, de su

memoria cultural, de su desarrollo social en los nuevos escenarios

que se presentan.

10.9 CAMINOS DE RECONCILIACIÓN Y SOLIDARIDAD

534. La Iglesia tiene que animar a cada pueblo para construir en su

patria una casa de hermanos donde todos tengan una morada

para vivir y convivir con dignidad. Esa vocación requiere la alegría

de querer ser y hacer una nación, un proyecto histórico sugerente

de vida en común. La Iglesia ha de educar y conducir cada vez

más a la reconciliación con Dios y los hermanos. Hay que sumar

y no dividir. Importa cicatrizar heridas, evitar maniqueísmos, peligrosas

exasperaciones y polarizaciones. Los dinamismos de integración

digna, justa y equitativa en el seno de cada uno de los

países favorece la integración regional y, a la vez, es incentivada

por ella.

535. Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los

gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de

cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre

reconciliadora de Cristo nos da la fuerza para ser constructores de

puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas. La

reconciliación está en el corazón de la vida cristiana. Es iniciativa

propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo

la necesaria reconciliación con el hermano. Se trata de una

reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y en todos

y entre todos nuestros países. Esta reconciliación fraterna presupone

la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de

perdón, que alcanza su expresión y realización en el sacramento

de la penitencia que Dios nos regala a través de la Iglesia.

267

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

536. En el corazón y la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido

de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen

ofuscar toda esperanza. Ella se experimenta y alimenta en el presente,

gracias a los dones y signos de vida nueva que se comparte;

compromete en la construcción de un futuro de mayor dignidad

y justicia y ansía “los cielos nuevos y la tierra nueva” que Dios

nos ha prometido en su morada eterna.

537. América Latina y El Caribe deben ser no sólo el Continente de la

esperanza sino que además deben abrir caminos hacia la civilización

del amor. Así se expresó el Papa Benedicto XVI en el santuario

mariano de Aparecida288: para que nuestra casa común sea un

continente de la esperanza, del amor, de la vida y de la paz hay que

ir, como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de

los pobres y los que sufren y crear “las estructuras justas que son

una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad…”.

Estas estructuras, sigue el Papa, “no nacen ni funcionan

sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales

y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias

renuncias, incluso contra el interés personal”, y “donde Dios

está ausente (…) estos valores no se muestran con toda su fuerza

ni se produce un consenso sobre ellos”289. Tales estructuras justas

nacen y funcionan cuando la sociedad percibe que el hombre y la

mujer, creados a imagen y semejanza de Dios, poseen una dignidad

inviolable, al servicio de la cual se han de concebir y actuar

los valores fundamentales que rigen la convivencia humana. Este

consenso moral y cambio de estructuras son importantes para

disminuir la hiriente inequidad que hoy existe en nuestro continente,

entre otras cosas a través de políticas públicas y gastos

sociales bien orientados, así como del control de lucros

desproporcionados de grandes empresas. La Iglesia alienta y propicia

el ejercicio de una “imaginación de la caridad” que permita

soluciones eficaces.

288 DI 4.

289 Ibíd.

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

268

538. Todas las auténticas transformaciones se fraguan y forjan en el

corazón de las personas e irradian en todas las dimensiones de su

existencia y convivencia. No hay nuevas estructuras si no hay hombres

nuevos y mujeres nuevas que movilicen y hagan converger

en los pueblos ideales y poderosas energías morales y religiosas.

Formando discípulos y misioneros, la Iglesia da respuesta a esta

exigencia.

539. La Iglesia alienta y favorece la reconstrucción de la persona y de

sus vínculos de pertenencia y convivencia, desde un dinamismo

de amistad, gratuidad y comunión. De este modo se contrarrestan

los procesos de desintegración y atomización sociales. Para

ello hay que aplicar el principio de subsidiariedad en todos los

niveles y estructuras de la organización social. En efecto, el Estado

y el mercado no satisfacen ni pueden satisfacer todas las necesidades

humanas. Cabe, pues, apreciar y alentar los voluntariados

sociales, las diversas formas de libre autoorganización y participación

populares y las obras caritativas, educativas, hospitalarias,

de cooperación en el trabajo y otras promovidas por la Iglesia,

que responden adecuadamente a estas necesidades.

540. Los discípulos y misioneros de Cristo promueven una cultura del

compartir en todos los niveles en contraposición de la cultura

dominante de acumulación egoísta, asumiendo con seriedad la

virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al encuentro

y ayudar a las necesidades de los hermanos que viven en la

indigencia.

541. Compete también a la Iglesia colaborar en la consolidación de las

frágiles democracias, en el positivo proceso de democratización

en América Latina y El Caribe, aunque existan actualmente graves

retos y amenazas de desvíos autoritarios. Urge educar para la

paz, dar seriedad y credibilidad a la continuidad de nuestras instituciones

civiles, defender y promover los derechos humanos, custodiar

en especial la libertad religiosa y cooperar para suscitar los

mayores consensos nacionales.

269

NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

542. La paz es un bien preciado pero precario que debemos cuidar,

educar y promover todos en nuestro continente. Como sabemos,

la paz no se reduce a la ausencia de guerras ni a la exclusión de

armas nucleares en nuestro espacio común, logros ya significativos,

sino a la generación de una “cultura de paz” que sea fruto de

un desarrollo sustentable, equitativo y respetuoso de la creación

(“el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” decía Paulo VI), y que

nos permita enfrentar conjuntamente los ataques del narcotráfico

y consumo de drogas, del terrorismo y de las muchas formas de

violencia que hoy imperan en nuestra sociedad. La Iglesia, sacramento

de reconciliación y de paz, desea que los discípulos y misioneros

de Cristo sean también, ahí donde se encuentren, “constructores

de paz” entre los pueblos y naciones de nuestro

Continente. La Iglesia está llamada a ser una escuela permanente

de verdad y justicia, de perdón y reconciliación para construir una

paz auténtica.

543. Una auténtica evangelización de nuestros pueblos implica asumir

plenamente la radicalidad del amor cristiano, que se concreta

en el seguimiento de Cristo en la Cruz; en el padecer por Cristo a

causa de la justicia; en el perdón y amor a los enemigos. Este

amor supera al amor humano y participa en el amor divino, único

eje cultural capaz de construir una cultura de la vida. En el Dios

Trinidad la diversidad de Personas no genera violencia y conflicto,

sino que es la misma fuente de amor y de la vida. Una evangelización

que pone la Redención en el centro, nacida de un amor crucificado,

es capaz de purificar las estructuras de la sociedad violenta

y generar nuevas. La radicalidad de la violencia sólo se

resuelve con la radicalidad del amor redentor. Evangelizar sobre el

amor de plena donación, como solución al conflicto, debe ser el

eje cultural “radical” de una nueva sociedad. Sólo así el Continente

de la esperanza puede llegar a tornarse verdaderamente el

Continente del amor.

544. Reafirmamos la importancia del CELAM y reconocemos que ha

sido una instancia profética para la unidad de los pueblos latinoamericanos

y caribeños, y ha demostrado la viabilidad de su

LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

270

cooperación y solidaridad desde la comunión eclesial. Por eso nos

comprometemos a seguir fortaleciendo su servicio en la colaboración

colegial de los Obispos y en el camino de realización de la

identidad eclesial latinoamericana y caribeña. Invitamos a los

Episcopados de países implicados en los distintos sistemas de

integración subregionales, incluidos los de la Cuenca Amazónica,

a estrechar vínculos de reflexión y cooperación. También alentamos

que continúe el fortalecimiento de vínculos para la relación

entre el Episcopado latinoamericano y los Episcopados de Estados

Unidos y Canadá a la luz de la Exhortación Apostólica Ecclesia

in America, así como también con los Episcopados europeos.

545. Conscientes de que la misión evangelizadora no puede ir separada

de la solidaridad con los pobres y su promoción integral, y

sabiendo que hay comunidades eclesiales que carecen de los

medios necesarios, es imperativo ayudarlas, a imitación de las

primeras comunidades cristianas, para que de verdad se sientan

amadas. Urge, pues, la creación de un fondo de solidaridad entre

las Iglesias de América Latina y El Caribe que esté al servicio de

las iniciativas pastorales propias.

546. Al enfrentar tan graves desafíos nos alientan las palabras del Santo

Padre:

No hay duda de que las condiciones para establecer una

paz verdadera son la restauración de la justicia, la reconciliación

y el perdón. De esta toma de conciencia,

nace la voluntad de transformar también las estructuras

injustas para establecer respeto de la dignidad del

hombre creado a imagen y semejanza de Dios… Como

he tenido ocasión de afirmar, la Iglesia no tiene como

tarea propia emprender una batalla política, sin embargo,

tampoco puede ni debe quedarse al margen de la

lucha por la justicia290.

290 SCa 89.

 
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