Aparecida
  Capitulo 6
 

6

EL ITINERARIO FORMATIVO DE

LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

6.1 UNA ESPIRITUALIDAD TRINITARIA DEL ENCUENTRO

CON JESUCRISTO

240. Una auténtica propuesta de encuentro con Jesucristo debe establecerse

sobre el sólido fundamento de la Trinidad-Amor. La experiencia

de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable,

nos permite superar el egoísmo para encontrarnos

plenamente en el servicio al otro. La experiencia bautismal es el

punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en la

Trinidad.

241. Es Dios Padre quien nos atrae por medio de la entrega eucarística

de su Hijo (cf. Jn 6, 44), don de amor con el que salió al encuentro

de sus hijos, para que, renovados por la fuerza del Espíritu, lo podamos

llamar Padre:

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a

su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio

de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y

hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos

de Dios. Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el

Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y el Espíritu

clama: ¡Abbá! ¡Padre! (Ga 4, 4-5).

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

142

Se trata de una nueva creación, donde el amor del Padre, del Hijo

y del Espíritu Santo, renueva la vida de las criaturas.

242. En la historia de amor trinitario, Jesús de Nazaret, hombre como

nosotros y Dios con nosotros, muerto y resucitado, nos es dado

como Camino, Verdad y Vida. En el encuentro de fe con el inaudito

realismo de su Encarnación, hemos podido oír, ver con nuestros

ojos, contemplar y palpar con nuestras manos la Palabra de

vida (cf. 1 Jn 1, 1), experimentamos que

el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad

doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas

del pastor que va tras la oveja descarriada, de la

mujer que busca la dracma, del padre que sale al encuentro

de su hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo

de meras palabras, sino de la explicación de su propio

ser y actuar136.

Esta prueba definitiva de amor tiene el carácter de un anonadamiento

radical (kénosis), porque Cristo “se humilló a sí mismo

haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz”

(Flp 2, .

6.1.1 El encuentro con Jesucristo

243. El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto

nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo:

No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o

una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,

con una Persona, que da un nuevo horizonte a

la vida y, con ello, una orientación decisiva137.

136 DCE 12.

137 Ibíd., 1.

143

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han

conservado todos los evangelios como el inicio del cristianismo:

un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1, 35-39).

244. La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en

reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa

experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando

a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la

excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los

trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en

sus corazones. El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el

impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros

discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con

una pregunta: “¿Qué buscan?” (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la

invitación a vivir una experiencia: “Vengan y lo verán” (Jn 1, 39).

Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del

método cristiano.

245. En el hoy de nuestro continente latinoamericano, se levanta la

misma pregunta llena de expectativa: “Maestro, ¿dónde vives?”

(Jn 1, 38), ¿dónde te encontramos de manera adecuada para “abrir

un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad?”138

¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan

de ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos

y misioneros tuyos?

6.1.2 Lugares de encuentro con Jesucristo

246. El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu

Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las

palabras del papa Benedicto XVI, repetimos con certeza:

¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la

Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo

que es motivo de seguridad y de consuelo! ¡Quien acepta

138 EAm 8.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

144

a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada

la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!139.

247. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia.

La Sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del

Espíritu Santo”140, es, con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia

y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura

es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la

invitación de Benedicto XVI:

Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de

América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a

partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es

condición indispensable el conocimiento profundo y

vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar

al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra:

que ella se convierta en su alimento para que, por

propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son

espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van

a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no

conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso

misionero y toda nuestra vida en la roca de la

Palabra de Dios141.

248. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios

como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino

de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”

142. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor

si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura,

como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan

nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpreta-

139 BENEDICTO XVI, Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora

Aparecida, 12 de mayo de 2007.

140 DV 9.

141 DI 3.

142 EAm 12.

145

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

ción adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación

de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia

evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia

de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica

de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento

de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la

Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la

Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y

ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura

que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un

corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am 8, 11).

249. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay

una privilegiada a la que todos estamos invitados: la Lectio divina

o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura

orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro,

al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión

con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo.

Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración,

contemplación), la lectura orante favorece el encuentro personal

con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio:

Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3, 1-21), la Samaritana

y su anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4, 1-42), el ciego de nacimiento

y su deseo de luz interior (cf. Jn 9), Zaqueo y sus ganas de

ser diferente (cf. Lc 19, 1-10)... Todos ellos, gracias a este encuentro,

fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia

de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra

de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al

mismo Mesías, camino de crecimiento en “la madurez conforme

a su plenitud” (Ef 4, 13), proceso de discipulado, de comunión

con los hermanos y de compromiso con la sociedad.

250. Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia.

Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de

Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo

sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La Constitución

sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

146

y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción

misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida

de nuestros pueblos en Él143.

251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo

con Jesucristo. Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y

nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo.

Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación

cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo

que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma

eucarística. En cada Eucaristía, los cristianos celebran y asumen

el misterio pascual, participando en él. Por tanto, los fieles deben

vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través

de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida

eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana

es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero.

Allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo

y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a

los demás lo que ha escuchado y vivido.

252. Se entiende, así, la gran importancia del precepto dominical, del

“vivir según el domingo”, como una necesidad interior del creyente,

de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una

participación activa en la celebración eucarística dominical y en

las fiestas de precepto, no habrá un discípulo misionero maduro.

Cada gran reforma en la Iglesia está vinculada al redescubrimiento

de la fe en la Eucaristía144. Es importante, por esto, promover la

“pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas

pastorales”145, para un nuevo impulso en la evangelización del

pueblo de Dios en el Continente latinoamericano.

253. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que

no tienen la oportunidad de participar de la Eucaristía dominical,

143 Cf. SC 7.

144 Cf. Ibíd., 6.

145 DI 4.

147

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

queremos decirles, con profundo afecto pastoral, que también ellas

pueden y deben vivir “según el domingo”. Ellas pueden alimentar

su ya admirable espíritu misionero participando de la “celebración

dominical de la Palabra”, que hace presente el Misterio Pascual

en el amor que congrega (cf. 1 Jn 3, 14), en la Palabra acogida (cf.

Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18, 20). Sin duda,

los fieles deben anhelar la participación plena en la Eucaristía

dominical, por lo cual también los alentamos a orar por las vocaciones

sacerdotales.

254. El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador

experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien

se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso,

nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado

cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor,

y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás

con corazón abierto y generoso.

255. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo,

alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de

profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del

Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el

itinerario del discípulo misionero. Por eso, “es necesario aprender

a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los

labios del Maestro”146.

256. Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en

el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o

tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt

18, 20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la

existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de

Cristo (cf. Col 3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección

hasta identificarse profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino

que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). Está en los Pastores,

que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10, 40; Lc 10, 16).

146 NMI 33.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

148

Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los

Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien

los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia,

desprecia a Cristo y a quien le envío (Lumen Gentium,

20).

Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz

y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia

vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos,

que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno,

en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y

agobian.

257. También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos

y enfermos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso

y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y

constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y

los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento

de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de

los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo147. El

encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva

de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro

sufriente en ellos148 y del encuentro con Él en los afligidos y

marginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge

nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la

que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.

6.1.3 La piedad popular como espacio de encuentro

con Jesucristo

258. El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en

la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó

como “el precioso tesoro de la Iglesia católica en América

147 Ibíd., 49.

148 Cf. Ibíd., 25.

149

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

Latina”149. Invitó a promoverla y a protegerla. Esta manera de expresar

la fe está presente de diversas formas en todos los sectores

sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño,

porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres

y sencillos pueden conocer”150. La “religión del pueblo latinoamericano

es expresión de la fe católica. Es un catolicismo

popular”151, profundamente inculturado, que contiene la dimensión

más valiosa de la cultura latinoamericana.

259. Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas

patronales, las novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones,

las danzas y los cánticos del folclore religioso, el cariño a los santos

y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia. Destacamos

las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo

de Dios en camino. Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse

inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia

Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina

resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario

ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de

esperanza, y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del

peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura

y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio,

lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda

la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye

confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado

a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede.

Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual152.

260. Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera,

no sólo de la trascendencia de Dios, sino también de la Iglesia,

que trasciende su familia y su barrio. En los santuarios, muchos

149 DI 1.

150 EN 48.

151 DP 444.

152 El Santuario, memoria, presencia y profecía del Dios vivo, L’Osservatore Romano, Ed. Española,

22, del 28 de mayo de 1999.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

150

peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes

contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones

recibidos, que millones podrían contar.

261. La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal

de cada fiel y, aunque también se vive en una multitud, no es

una “espiritualidad de masas”. En distintos momentos de la lucha

cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del amor

de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para

acompañar a un hijo en su enfermedad, un Padrenuestro musitado

entre lágrimas, una mirada entrañable a una imagen querida de

María, una sonrisa dirigida al Cielo, en medio de una sencilla

alegría.

262. Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser

profundizada y penetrar cada vez mejor la forma de vivir de nuestros

pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos positivamente

lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La piedad popular

es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la

fe del pueblo madure y se haga más fecunda”153. Por eso, el discípulo

misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus

dimensiones interiores y sus valores innegables”154. Cuando afirmamos

que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir

que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente, deseamos

que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el

testimonio de María y también de los santos, traten de imitarles

cada día más. Así procurarán un contacto más directo con la Biblia

y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar

de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor

todavía el servicio del amor solidario. Por este camino, se podrá

aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia

social que encierra la mística popular.

153 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad

popular y la Liturgia, n. 64.

154 EN 48.

151

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

263. No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un

modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado

de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de

Dios. En la piedad popular, se contiene y expresa un intenso sentido

de la trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse

en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal. Es también

una expresión de sabiduría sobrenatural, porque la sabiduría

del amor no depende directamente de la ilustración de la mente

sino de la acción interna de la gracia. Por eso, la llamamos espiritualidad

popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que, siendo

un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo,

lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las

personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los

sencillos, que, no por eso, es menos espiritual, sino que lo es de

otra manera.

264. La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo

de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde

se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda.

Es parte de una “originalidad histórica cultural”155 de los pobres

de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas

y la fe cristiana”156. En el ambiente de secularización que viven

nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios

vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El

caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones

de la piedad popular, también llevando a los hijos o

invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el

cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación

misionera de la Iglesia.

265. Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente,

lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo:

Este es el “que me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 20).

155 DP 448.

156 DI 1.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

152

Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los

brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso

amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su

propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios

en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del

Evangelio. Nuestra Madre querida, desde el santuario de Guadalupe,

hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el

pliegue de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar

las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están

sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo

a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo.

6.1.4 María, discípula y misionera

266. La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir

trinitario de “hijos en el Hijo” nos es dada en la Virgen María quien,

por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf. Lc 1,

38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las

acciones de Jesús (cf. Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta

del Señor157. Interlocutora del Padre en su proyecto de enviar su

Verbo al mundo para la salvación humana, María, con su fe, llega

a ser el primer miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo,

y también se hace colaboradora en el renacimiento espiritual de

los discípulos. Del Evangelio, emerge su figura de mujer libre y

fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de

Cristo. Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como

madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada

la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del

Padre. Alcanzó, así, a estar al pie de la cruz en una comunión profunda,

para entrar plenamente en el misterio de la Alianza.

267. Con ella, providencialmente unida a la plenitud de los tiempos

(cf. Ga 4, 4), llega a cumplimiento la esperanza de los pobres y el

deseo de salvación. La Virgen de Nazaret tuvo una misión única

157 Cf. LG 53.

153

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

en la historia de salvación, concibiendo, educando y acompañado

a su hijo hasta su sacrificio definitivo. Desde la cruz, Jesucristo

confió a sus discípulos, representados por Juan, el don de la maternidad

de María, que brota directamente de la hora pascual de

Cristo: “Y desde aquel momento el discípulo la recibió como suya”

(Jn 19, 27). Perseverando junto a los apóstoles a la espera del

Espíritu (cf. Hch 1, 13-14), cooperó con el nacimiento de la Iglesia

misionera, imprimiéndole un sello mariano que la identifica

hondamente. Como madre de tantos, fortalece los vínculos

fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda

a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una

familia, la familia de Dios. En María, nos encontramos con Cristo,

con el Padre y el Espíritu Santo, como asimismo con los hermanos.

268. Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en torno

a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar158.

María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradigma

de humanidad, es artífice de comunión. Uno de los eventos

fundamentales de la Iglesia es cuando el “sí” brotó de María. Ella

atrae multitudes a la comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos

a menudo en los santuarios marianos. Por eso la

Iglesia, como la Virgen María, es madre. Esta visión mariana de la

Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente funcional

o burocrática.

269. María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y

formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del

mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento

guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés

que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces,

son incontables las comunidades que han encontrado en ella la

inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros

de Jesús. Con gozo, constatamos que se ha hecho parte

del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profun-

158 Cf. DP 295.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

154

damente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más

nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y

los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian

la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo,

manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por

ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana.

270. Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño

se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella quien brilla

ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento

de Cristo. Ésta es la hora de la seguidora más radical de

Cristo, de su magisterio discipular y misionero, al que nos envía el

Papa Benedicto XVI:

María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para

nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos

en el camino que lleva al encuentro con el

Creador del cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida

con viva alegría para decirles en primer lugar: permanezcan

en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas.

Procuren acoger y guardar dentro del corazón

las luces que ella, por mandato divino, les envía desde

lo alto159.

271. Ella, que “conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su

corazón” (Lc 2, 19; cf. 2, 51), nos enseña el primado de la escucha

de la Palabra en la vida del discípulo y misionero. El Magnificat

está enteramente tejido por los hilos de la Sagrada Escritura,

los hilos tomados de la Palabra de Dios. Así, se

revela que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de

verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad.

Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Pala-

159 BENEDICTO XVI, Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora

Aparecida, 12 de mayo de 2007.

155

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

bra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de

la Palabra de Dios. Además, así se revela que sus pensamientos

están en sintonía con los pensamientos de

Dios, que su querer es un querer junto con Dios. Estando

íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, Ella

puede llegar a ser madre de la Palabra encarnada160.

Esta familiaridad con el misterio de Jesús es facilitada por el rezo

del Rosario, donde:

El pueblo cristiano aprende de María a contemplar la

belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad

de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene

abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas

manos de la madre del Redentor161.

272. Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en

Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de

atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir

a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía

para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan

como en su casa”162. Crea comunión y educa a un estilo de

vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida

del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades,

su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo

la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora,

que la convierte en “casa y escuela de la comunión”163 y en espacio

espiritual que prepara para la misión.

6.1.5 Los apóstoles y los santos

273. También los apóstoles de Jesús y los santos han marcado la espiritualidad

y el estilo de vida de nuestras Iglesias. Sus vidas son

160 DCE 41.

161 RVM 1.

162 NMI 50.

163 Ibíd. 43.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

156

lugares privilegiados de encuentro con Jesucristo. Su testimonio

se mantiene vigente y sus enseñanzas inspiran el ser y la acción

de las comunidades cristianas del Continente. Entre ellos, Pedro

el apóstol, a quien Jesús confió la misión de confirmar la fe de sus

hermanos (cf. Lc 22, 31-32), les ayuda a estrechar el vínculo de

comunión con el Papa, su sucesor, y a buscar en Jesús las palabras

de vida eterna. Pablo, el evangelizador incansable, les ha indicado

el camino de la audacia misionera y la voluntad de acercarse

a cada realidad cultural con la Buena Noticia de la salvación.

Juan, el discípulo amado por el Señor, les ha revelado la fuerza

transformadora del mandamiento nuevo y la fecundidad de permanecer

en su amor.

274. Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José,

esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse

para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro,

fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente

testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez..

275. Nuestras comunidades llevan el sello de los apóstoles y, además,

reconocen el testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres

que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio,

viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre como

mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso

para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez,

un estímulo para imitar sus virtudes en las nuevas expresiones

culturales de la historia. Con la pasión de su amor a Jesucristo,

han sido miembros activos y misioneros en su comunidad eclesial.

Con valentía, han perseverado en la promoción de los derechos

de las personas, fueron agudos en el discernimiento crítico de la

realidad a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y creíbles por

el testimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoy recogemos

su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado

ardor apostólico y misionero el estilo evangélico de vida

que nos han trasmitido.

157

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

6.2 EL PROCESO DE FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS

MISIONEROS

276. La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros

de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y

decidida opción por la formación de los miembros de nuestras

comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la

función que desarrollen en la Iglesia. Miramos a Jesús, el Maestro

que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos

da el método: “Vengan y vean” (Jn 1, 39), “Yo soy el Camino, la

Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Con Él podemos desarrollar las potencialidades

que están en las personas y formar discípulos misioneros.

Con perseverante paciencia y sabiduría, Jesús invitó a

todos a su seguimiento. A quienes aceptaron seguirlo, los introdujo

en el misterio del Reino de Dios, y, después de su muerte y

resurrección, los envió a predicar la Buena Nueva en la fuerza de

su Espíritu. Su estilo se vuelve emblemático para los formadores

y cobra especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea

formativa que la Iglesia debe emprender, en el nuevo contexto

sociocultural de América Latina.

277. El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en

la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de

Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y éstos lo siguen

porque conocen su voz. El Señor despertaba las aspiraciones profundas

de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. El

seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo

de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es

alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro

que lo conduce y acompaña.

6.2.1 Aspectos del proceso

278. En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacamos

cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa

manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente

y se alimentan entre sí:

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

158

a) El Encuentro con Jesucristo. Quienes serán sus discípulos ya

lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama:

“Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido

más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro

con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro

debe renovarse constantemente por el testimonio

personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la

comunidad. El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo

conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo

de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de

este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones

verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el

kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera.

Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus

acciones.

b) La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado

al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu,

se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su

forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente

de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo

y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza

para nosotros la redención de Cristo.

c) El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento,

amor y seguimiento de Jesús maestro, profundiza

en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina.

Para este paso, es de fundamental importancia la

catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen

la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros

puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en

medio del mundo que los desafía.

d) La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad:

en las familias, las parroquias, las comunidades de vida

consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades

y movimientos. Como los primeros cristianos, que

se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de

159

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor

de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado

y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar

en la vida del Espíritu.

e) La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su

Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su

alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo,

muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en

la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir

el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado,

por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la

formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo

a la propia vocación y al momento de la maduración humana

y cristiana en que se encuentre la persona.

6.2.2 Criterios generales

6.2.2.1 Una formación integral, kerygmática

y permanente

279. Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la

Iglesia a encontrarse siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger,

interiorizar y desarrollar la experiencia y los valores que constituyen

la propia identidad y misión cristiana en el mundo. Por eso, la

formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende

variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad

vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio

kerygmático. El poder del Espíritu y de la Palabra contagia a las

personas y las lleva a escuchar a Jesucristo, a creer en Él como su

Salvador, a reconocerlo como quien da pleno significado a su vida

y a seguir sus pasos. El anuncio se fundamenta en el hecho de la

presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible

del proceso de formación de discípulos y misioneros.

Al mismo tiempo, la formación es permanente y dinámica, de

acuerdo con el desarrollo de las personas y al servicio que están

llamadas a prestar, en medio de las exigencias de la historia.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

160

6.2.2.2 Una formación atenta a dimensiones diversas

280. La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas

armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo.

Se trata de la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual

y pastoral-misionera.

a) La Dimensión Humana y Comunitaria. Tiende a acompañar

procesos de formación que lleven a asumir la propia historia

y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir como cristianos

en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y

libertad interior. Se trata de desarrollar personalidades que

maduren en el contacto con la realidad y abiertas al Misterio.

b) La Dimensión Espiritual. Es la dimensión formativa que funda

el ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestado en

Jesús, y que lo conduce por el Espíritu a través de los senderos

de una maduración profunda. Por medio de los diversos

carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio

propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite

adherirse de corazón por la fe, como la Virgen María, a los

caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su

Maestro y Señor.

c) La Dimensión Intelectual. El encuentro con Cristo, Palabra

hecha Carne, potencia el dinamismo de la razón que busca el

significado de la realidad y se abre al Misterio. Se expresa en

una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del

estudio que abre la inteligencia, con la luz de la fe, a la verdad.

También capacita para el discernimiento, el juicio crítico

y el diálogo sobre la realidad y la cultura. Asegura de una

manera especial el conocimiento bíblico teológico y de las

ciencias humanas para adquirir la necesaria competencia en

vista de los servicios eclesiales que se requieran y para la adecuada

presencia en la vida secular.

d) La Dimensión Pastoral y Misionera. Un auténtico camino cristiano

llena de alegría y esperanza el corazón y mueve al cre161

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

yente a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en

su ambiente. Proyecta hacia la misión de formar discípulos

misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos

y estilos de vida cristiana atrayentes, con intervenciones

orgánicas y de colaboración fraterna con todos los miembros

de la comunidad. Contribuye a integrar evangelización y

pedagogía, comunicando vida y ofreciendo itinerarios

pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad y otras

condiciones propias de las personas o de los grupos. Incentiva

la responsabilidad de los laicos en el mundo para construir el

Reino de Dios. Despierta una inquietud constante por los alejados

y por los que ignoran al Señor en sus vidas.

6.2.2.3 Una formación respetuosa de los procesos

281. Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose

profundamente con Él164 y su misión, es un camino largo, que

requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos

personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales.

En la diócesis, el eje central deberá ser un proyecto orgánico de

formación, aprobado por el Obispo y elaborado con los organismos

diocesanos competentes, teniendo en cuenta todas las fuerzas

vivas de la Iglesia particular: asociaciones, servicios y movimientos,

comunidades religiosas, pequeñas comunidades,

comisiones de pastoral social, y diversos organismos eclesiales

que ofrezcan la visión de conjunto y la convergencia de las diversas

iniciativas. Se requieren, también, equipos de formación convenientemente

preparados que aseguren la eficacia del proceso

mismo y que acompañen a las personas con pedagogías dinámicas,

activas y abiertas. La presencia y contribución de laicos y laicas

en los equipos de formación aporta una riqueza original, pues,

desde sus experiencias y competencias, ofrecen criterios, contenidos

y testimonios valiosos para quienes se están formando.

164 Cf. EN 19.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

162

6.2.2.4 Una formación que contempla el acompañamiento

de los discípulos

282. Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado,

de acuerdo con la peculiar vocación y ministerio al que ha sido

llamado: el obispo que es el principio de la unidad en la diócesis

mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar; los

presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo, en el cuidado

del pueblo de Dios que les es confiado; los diáconos permanentes

en el servicio vivificante, humilde y perseverante como ayuda

valiosa para obispos y presbíteros; los consagrados y

consagradas en el seguimiento radical del Maestro; los laicos y

laicas que cumplen su responsabilidad evangelizadora, colaborando

en la formación de comunidades cristianas y en la construcción

del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto,

capacitar a quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente

a otros.

283. Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir,

ante todo, a una actuación como discípulos misioneros en el

mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la

sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan

tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre

todo

en el mundo vasto de la política, de la realidad social y

de la economía, como también de la cultura, de las ciencias

y de las artes, de la vida internacional, de los medios

y de otras realidades abiertas a la evangelización165.

6.2.2.5 Una formación en la espiritualidad

de la acción misionera

284. Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la

acción misionera, que se basa en la docilidad al impulso del Espí-

165 EN 70.

163

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

ritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas las dimensiones

de la existencia. No es una experiencia que se limita a

los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo

todo con su fuego y su vida. El discípulo y misionero, movido por

el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo

en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana.

285. Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas

de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación

específica de cada uno. Así, se forma y desarrolla la espiritualidad

propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de padres

de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las

vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad,

que da profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto

de sus tareas. Así, la vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad

cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y

creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve

comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle

un profundo significado a todo lo que nos toca hacer

por la Iglesia y por el mundo.

6.3 INICIACIÓN A LA VIDA CRISTIANA Y CATEQUESIS

PERMANENTE

6.3.1 Iniciación a la vida cristiana

286. Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical,

ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan

activamente en la comunidad eclesial. Sin olvidar la importancia

de la familia en la iniciación cristiana, este fenómeno nos

interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de

acercamiento a ellos para ayudarles a valorar el sentido de la vida

sacramental, de la participación comunitaria y del compromiso

ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia

de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una identidad

cristiana débil y vulnerable.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

164

287. Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera

como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la

vivencia cristiana; un desafío que debemos afrontar con decisión,

con valentía y creatividad, ya que, en muchas partes, la iniciación

cristiana ha sido pobre o fragmentada. O educamos en la fe, poniendo

realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento,

o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se

impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa

de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, dé también

elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. Así, asumiremos

el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos

sido reiteradamente convocados.

288. La iniciación cristiana, que incluye el kerygma, es la manera práctica

de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado.

Nos da, también, la oportunidad de fortalecer la unidad de los tres

sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido. La

iniciación cristiana, propiamente hablando, se refiere a la primera

iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado

bautismal para los no bautizados, sea en la forma de

catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente

catequizados. Este catecumenado está íntimamente unido

a los sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación y

eucaristía, celebrados solemnemente en la Vigilia Pascual. Habría

que distinguirla, por tanto, de otros procesos catequéticos y

formativos que pueden tener la iniciación cristiana como base.

6.3.2 Propuestas para la iniciación cristiana

289. Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un

proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el

kerygma, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro

personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y

perfecto hombre166, experimentado como plenitud de la humani-

166 Cf. Símbolo Quicumque: DS 76.

165

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

dad, y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad

eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos,

el servicio y la misión.

290. Recordamos que el itinerario formativo del cristiano, en la tradición

más antigua de la Iglesia, “tuvo siempre un carácter de experiencia,

en el cual era determinante el encuentro vivo y persuasivo

con Cristo, anunciado por auténticos testigos”167. Se trata de una

experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de

los sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo,

la vida se va transformando progresivamente por los santos misterios

que se celebran, capacitando al creyente para transformar

el mundo. Esto es lo que se llama “catequesis mistagógica”.

291. Ser discípulo es un don destinado a crecer. La iniciación cristiana

da la posibilidad de un aprendizaje gradual en el conocimiento,

amor y seguimiento de Jesucristo. Así, forja la identidad cristiana

con las convicciones fundamentales y acompaña la búsqueda del

sentido de la vida. Es necesario asumir la dinámica catequética

de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación

cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter

misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de parte de

obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes

de pastoral.

292. Como rasgos del discípulo, al que apunta la iniciación cristiana

destacamos: que tenga como centro la persona de Jesucristo,

nuestro Salvador y plenitud de nuestra humanidad, fuente de toda

madurez humana y cristiana; que tenga espíritu de oración, sea

amante de la Palabra, practique la confesión frecuente y participe

de la Eucaristía; que se inserte cordialmente en la comunidad

eclesial y social, sea solidario en el amor y fervoroso misionero.

293. La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana

y tendrá como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristia-

167 SC 64.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

166

na a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados;

educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve

a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que,

habiendo escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. En esta

tarea, el estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana

de Adultos es una referencia necesaria y un apoyo seguro.

294. Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de

modalidad catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso

catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación

cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera

ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y

como la catequesis básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis

permanente que continúa el proceso de maduración en

la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y

la iluminación para proyectos personales de vida.

6.3.3 Catequesis permanente

295. En cuanto a la situación actual de la catequesis, es evidente que

ha habido un gran progreso. Ha crecido el tiempo que se le dedica

a la preparación para los sacramentos. Se ha tomado mayor

conciencia de su necesidad, tanto en las familias como entre los

pastores. Se comprende que es imprescindible en toda formación

cristiana. Se han constituido ordinariamente comisiones

diocesanas y parroquiales de catequesis. Es admirable el gran

número de personas que se sienten llamadas a hacerse catequistas,

con gran entrega. A ellas esta Asamblea les manifiesta un sincero

reconocimiento.

296. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad, la formación teológica

y pedagógica de los catequistas no suele ser la deseable. Los

materiales y subsidios son con frecuencia muy variados y no se

integran en una pastoral de conjunto; y no siempre son portadores

de métodos pedagógicos actualizados. Los servicios

catequísticos de las parroquias carecen con frecuencia de una

colaboración cercana de las familias. Los párrocos y demás res167

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

ponsables no asumen con mayor empeño la función que les corresponde

como primeros catequistas.

297. Los desafíos que plantea la situación de la sociedad en América

Latina y El Caribe requieren una identidad católica más personal

y fundamentada. El fortalecimiento de esta identidad pasa por una

catequesis adecuada que promueva una adhesión personal y comunitaria

a Cristo, sobre todo en los más débiles en la fe168. Es

una tarea que incumbe a toda la comunidad de discípulos pero,

de manera especial, a quienes, como obispos, hemos sido llamados

a servir a la Iglesia, pastoreándola, conduciéndola al encuentro

con Jesús y enseñándole a vivir todo lo que nos ha mandado

(cf. Mt 28, 19- 20).

298. La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos

previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más

bien “un itinerario catequético permanente”169. Por esto, compete

a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias

Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo

que se extienda por todo el arco de la vida, desde la infancia

hasta la ancianidad, teniendo en cuenta que el Directorio

General de Catequesis considera la catequesis de adultos como

la forma fundamental de la educación en la fe. Para que, en verdad,

el pueblo conozca a fondo a Cristo y lo siga fielmente, debe

ser conducido especialmente en la lectura y meditación de la Palabra

de Dios, que es el primer fundamento de una catequesis

permanente170.

299. La catequesis no puede limitarse a una formación meramente

doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación

integral. Por tanto, se ha de cultivar la amistad con Cristo en la

oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia comu-

168 Cf. BENEDICTO XVI, Discurso en el Encuentro con los Obispos de Brasil, 11 de mayo de 2007.

169 DI 3.

170 Ibíd.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

168

nitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente servicio

a los demás. Para ello, resultarían útiles algunos subsidios

catequéticos elaborados a partir del Catecismo de la Iglesia

Católica y del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,

estableciendo cursos y escuelas de formación permanente para

catequistas.

300. Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente

en la religiosidad popular. Una manera concreta puede ser

el ofrecer un proceso de iniciación cristiana en visitas a las familias,

donde no sólo se les comunique los contenidos de la fe, sino

que se las conduzca a la práctica de la oración familiar, a la lectura

orante de la Palabra de Dios y al desarrollo de las virtudes evangélicas,

que las consoliden cada vez más como iglesias domésticas.

Para este crecimiento en la fe, también es conveniente aprovechar

pedagógicamente el potencial educativo que encierra la piedad

popular mariana. Se trata de un camino educativo que, cultivando

el amor personal a la Virgen, verdadera “educadora de la

fe”171, que nos lleva a asemejarnos cada vez más a Jesucristo, provoque

la apropiación progresiva de sus actitudes.

6.4 LUGARES DE FORMACIÓN PARA LOS DISCÍPULOS

MISIONEROS

301. A continuación, consideraremos brevemente algunos espacios de

formación de discípulos misioneros.

6.4.1 La Familia, primera escuela de la fe

302. La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los

tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido

y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y

cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa

y responsablemente. Para que la familia sea “escuela de la fe” y

171 DP 290.

169

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus

hijos, la pastoral familiar debe ofrecer espacios formativos, materiales

catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir

su misión educativa. La familia está llamada a introducir a los

hijos en el camino de la iniciación cristiana. La familia, pequeña

Iglesia, debe ser, junto con la Parroquia, el primer lugar para la

iniciación cristiana de los niños172. Ella ofrece a los hijos un sentido

cristiano de existencia y los acompaña en la elaboración de su

proyecto de vida, como discípulos misioneros.

303. Es, además, un deber de los padres, especialmente a través de su

ejemplo de vida, la educación de los hijos para el amor como don

de sí mismos y la ayuda que ellos le presten para descubrir su

vocación de servicio, sea en la vida laical como en la consagrada.

De este modo, la formación de los hijos como discípulos de Jesucristo,

se opera en las experiencias de la vida diaria en la familia

misma. Los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y

la madre para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud

de vida. La “catequesis familiar”, implementada de diversas

maneras, se ha revelado como una ayuda exitosa a la unidad de

las familias, ofreciendo además, una posibilidad eficiente de formar

a los padres de familia, los jóvenes y los niños, para que sean

testigos firmes de la fe en sus respectivas comunidades.

6.4.2 Las Parroquias

304. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad

de la Iglesia que debe reflejar la Santísima Trinidad. A lo largo de

los siglos, de diversas maneras, se ha vivido esta dimensión esencial.

La Iglesia es comunión. Las Parroquias son células vivas de

la Iglesia173 y lugares privilegiados en los que la mayoría de los

fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia174.

172 SC 19.

173 AA 10; SD 55.

174 EAm 41.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

170

Encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se

encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades, de

tareas. Sobre todo hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a

tantos niños y jóvenes, las Parroquias brindan un espacio comunitario

para formarse en la fe y crecer comunitariamente.

305. Por tanto, debe cultivarse la formación comunitaria, especialmente

en la parroquia. Con diversas celebraciones e iniciativas, principalmente

con la Eucaristía dominical, que es “momento privilegiado

del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado”

175, los fieles deben experimentar la parroquia como una familia

en la fe y la caridad, en la que mutuamente se acompañen y ayuden

en el seguimiento de Cristo.

306. Si queremos que las Parroquias sean centros de irradiación misionera

en sus propios territorios, deben ser también lugares de

formación permanente. Esto requiere que se organicen en ellas

variadas instancias formativas que aseguren el acompañamiento

y la maduración de todos los agentes pastorales y de los laicos

insertos en el mundo. Las Parroquias vecinas también pueden

aunar esfuerzos en este sentido, sin desaprovechar las ofertas

formativas de la Diócesis y de la Conferencia Episcopal.

6.4.3 Pequeñas comunidades eclesiales

307. Se constata que, en los últimos años, ha ido creciendo la espiritualidad

de comunión y que, con diversas metodologías, se han

hecho no pocos esfuerzos por llevar a los laicos a integrarse en

pequeñas comunidades eclesiales, que van mostrando abundantes

frutos. Para la Nueva Evangelización y para llegar a que los

bautizados vivan como auténticos discípulos y misioneros de Cristo,

tenemos un medio privilegiado en las pequeñas comunidades

eclesiales.

175 DI 4.

171

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

308. Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios,

para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar

procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente

compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son

lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio

de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la

Iglesia, se hacen todavía mucho más necesarias.

309. Si se quieren pequeñas comunidades vivas y dinámicas, es necesario

suscitar en ellas una espiritualidad sólida, basada en la Palabra

de Dios, que las mantenga en plena comunión de vida e ideales

con la Iglesia local y, en particular, con la comunidad parroquial.

Así la parroquia, por otra parte, como desde hace años nos lo

hemos propuesto en América Latina, llegará a ser “comunidad de

comunidades”176.

310. Señalamos que es preciso reanimar los procesos de formación de

pequeñas comunidades en el Continente, pues en ellas tenemos

una fuente segura de vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa,

y a la vida laical con especial dedicación al apostolado. A través

de las pequeñas comunidades, también se podría llegar a los alejados,

a los indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimientos

frente a la Iglesia.

6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades

311. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espíritu

Santo para la Iglesia. En ellos, los fieles encuentran la posibilidad

de formarse cristianamente, crecer y comprometerse apostólicamente

hasta ser verdaderos discípulos misioneros. Así ejercitan el

derecho natural y bautismal de libre asociación, como lo señaló

el Concilio Vaticano II177 y lo confirma el Código de Derecho Canónico.

Convendría animar a algunos movimientos y asociacio-

176 Cf. SD 58.

177 AA 18ss.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

172

nes, que muestran hoy cierto cansancio o debilidad, e invitarlos a

renovar su carisma original, que no deja de enriquecer la diversidad

con que el Espíritu se manifiesta y actúa en el pueblo cristiano.

312. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso

aporte en la realización de la Iglesia Particular. Por su misma naturaleza,

expresan la dimensión carismática de la Iglesia:

En la Iglesia no hay contraste o contraposición entre la

dimensión institucional y la dimensión carismática, de

la cual los movimientos son una expresión significativa,

porque ambos son igualmente esenciales para la

constitución divina del Pueblo de Dios178.

En la vida y la acción evangelizadora de la Iglesia, constatamos

que, en el mundo moderno, debemos responder a nuevas situaciones

y necesidades de la vida cristiana. En este contexto, también

los movimientos y nuevas comunidades son una oportunidad

para que muchas personas alejadas puedan tener una

experiencia de encuentro vital con Jesucristo y, así, recuperen su

identidad bautismal y su activa participación en la vida de la Iglesia179.

En ellos, “podemos ver la multiforme presencia y acción

santificadora del Espíritu”180.

313. Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos

eclesiales en el campo de la formación de los laicos, deseamos

respetar sus carismas y su originalidad, procurando que se

integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la

diócesis. A la vez, es necesario que la comunidad diocesana acoja

la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos. Es verdad

que los movimientos deben mantener su especificidad, pero dentro

de una profunda unidad con la Iglesia particular, no sólo de fe

178 BENEDICTO XVI, Discurso, 24 de marzo de 2007.

179 Cf. DI 4.

180 Cf. Ibíd., 5.

173

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

sino de acción. Mientras más se multiplique la riqueza de los

carismas, más están llamados los obispos a ejercer el discernimiento

pastoral para favorecer la necesaria integración de los

movimientos en la vida diocesana, apreciando la riqueza de su

experiencia comunitaria, formativa y misionera. Conviene prestar

especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales

que han pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la

Santa Sede, considerados como dones y bienes para la Iglesia

universal.

6.4.5 Los Seminarios y Casas de formación religiosa

314. En lo que se refiere a la formación de los discípulos y misioneros

de Cristo, ocupa un puesto particular la pastoral vocacional, que

acompaña cuidadosamente a todos los que el Señor llama a servirle

a la Iglesia en el sacerdocio, en la vida consagrada o en el

estado laical. La pastoral vocacional, que es responsabilidad de

todo el pueblo de Dios, comienza en la familia y continúa en la

comunidad cristiana, debe dirigirse a los niños y especialmente a

los jóvenes para ayudarlos a descubrir el sentido de la vida y el

proyecto que Dios tenga para cada uno, acompañándolos en su

proceso de discernimiento. Plenamente integrada en el ámbito

de la pastoral ordinaria, la pastoral vocacional es fruto de una sólida

pastoral de conjunto, en las familias, en la parroquia, en las

escuelas católicas y en las demás instituciones eclesiales. Es necesario

intensificar de diversas maneras la oración por las vocaciones,

con la cual también se contribuye a crear una mayor sensibilidad

y receptividad ante el llamado del Señor; así como

promover y coordinar diversas iniciativas vocacionales181. Las vocaciones

son don de Dios, por lo tanto, en cada diócesis, no deben

faltar especiales oraciones al “Dueño de la mies”.

315. Ante la escasez, en muchas parte de América Latina y El Caribe,

de personas que respondan a la vocación al sacerdocio y a la vida

181 Cf. PDV 41; EAm 40.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

174

consagrada es urgente dar un cuidado especial a la promoción

vocacional, cultivando los ambientes en los que nacen las vocaciones

al sacerdocio y a la vida consagrada, con la certeza de que

Jesús sigue llamando discípulos y misioneros para estar con Él y

para enviarlos a predicar el Reino de Dios. Esta V Conferencia hace

un llamado urgente a todos los cristianos, y especialmente a los

jóvenes, para que estén abiertos a una posible llamada de Dios al

sacerdocio o a la vida consagrada; les recuerda que el Señor les

dará la gracia necesaria para responder con decisión y generosidad,

a pesar de los problemas generados por una cultura

secularizada, centrada en el consumismo y el placer. A las familias,

las invitamos a reconocer la bendición de un hijo llamado

por Dios a esta consagración y a apoyar su decisión y su camino

de respuesta vocacional. A los sacerdotes, les alentamos a dar

testimonio de vida feliz, alegría, entusiasmo y santidad en el servicio

del Señor.

316. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de discípulos

y misioneros, lo constituyen sin duda los seminarios y las

casas de formación. El tiempo de la primera formación es una

etapa donde los futuros presbíteros comparten la vida a ejemplo

de la comunidad apostólica en torno a Cristo Resucitado: oran

juntos, celebran una misma liturgia que culmina en la Eucaristía,

a partir de la Palabra de Dios reciben las enseñanzas que van iluminando

su mente y moldeando su corazón para el ejercicio de la

caridad fraterna y de la justicia, prestan servicios pastorales periódicamente

a diversas comunidades, preparándose así para vivir

una sólida espiritualidad de comunión con Cristo Pastor y docilidad

a la acción del Espíritu, convirtiéndose en signo personal y

atractivo de Cristo en el mundo, según el camino de santidad propio

del ministerio sacerdotal182.

317. Reconocemos el esfuerzo de los formadores de los Seminarios.

Su testimonio y preparación son decisivos para el acompañamien-

182 Cf. PDV 60; OT 4; Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los

presbíteros, n. 4.

175

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

to de los seminaristas hacia una madurez afectiva que los haga

aptos para abrazar el celibato sacerdotal y capaces de vivir en comunión

con sus hermanos en la vocación sacerdotal; en este sentido,

los cursos de formadores que se han implementado son un

medio eficaz de ayuda a su misión183.

318. La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos

formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la

influencia negativa de la cultura postmoderna, especialmente de

los medios de comunicación social, trayendo consigo la fragmentación

de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos

definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento

de la identidad espiritual, entre otros, que dificultan el proceso

de formación de auténticos discípulos y misioneros. Por eso, es

necesario, antes del ingreso al Seminario, que los formadores y

responsables hagan una esmerada selección que tenga en cuenta

el equilibro psicológico de una sana personalidad, una motivación

genuina de amor a Cristo, a la Iglesia, a la vez que capacidad

intelectual adecuada a las exigencias del ministerio en el tiempo

actual184.

319. Es necesario un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a

los seminaristas un verdadero proceso integral: humano, espiritual,

intelectual y pastoral, centrado en Jesucristo Buen Pastor. Es

fundamental que, durante los años de formación, los seminaristas

sean auténticos discípulos, llegando a realizar un verdadero encuentro

personal con Jesucristo en la oración con la Palabra, para

que establezcan con Él relaciones de amistad y amor, asegurando

un auténtico proceso de iniciación espiritual, especialmente, en

183 Al respecto, los Padres sinodales exhortaban a los Obispos “a destinar para dicha tarea a sus

sacerdotes más aptos, después de haberlos preparado mediante una formación específica que

los capacite para una misión tan delicada”. EAm 40; Congregación para la Educación Católica,

Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, 31-36; ID., Directrices sobre la preparación de

los formadores en los Seminarios, n. 65-71; OT 5.

184 Cf. C.I.C., can. 241, 1; Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre los criterios

de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes

de su admisión al Seminario y a las Órdenes sagradas.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

176

el Período Propedéutico. La espiritualidad que se promueva deberá

responder a la identidad de la propia vocación, sea diocesana

o religiosa185.

320. Se procurará, a lo largo de la formación, desarrollar un amor tierno

y filial a María, de manera que cada formando llegue a tener

con ella una espontánea familiaridad, y la “acoja en su casa” como

el discípulo amado. Ella brindará a los sacerdotes fortaleza y esperanza

en los momentos difíciles y los alentará a ser incesantemente

discípulos misioneros para el Pueblo de Dios.

321. Se deberá prestar especial atención al proceso de formación humana

hacia la madurez, de tal manera que la vocación al

sacerdocio ministerial de los candidatos llegue a ser en cada uno

un proyecto de vida estable y definitivo, en medio de una cultura

que exalta lo desechable y lo provisorio. Dígase lo mismo de la

educación hacia la madurez de la afectividad y la sexualidad. Ésta

debe llevar a comprender mejor el significado evangélico del celibato

consagrado como valor que configura a Jesucristo, por tanto,

como un estado de amor, fruto del don precioso de la gracia

divina, según el ejemplo de la donación nupcial del Hijo de Dios;

a acogerlo como tal con firme decisión, con magnanimidad y de

todo corazón; y a vivirlo con serenidad y fiel perseverancia, con la

debida ascesis en un camino personal y comunitario, como entrega

a Dios y a los demás con corazón pleno e indiviso186.

322. En todo el proceso formativo, el ambiente del Seminario y la pedagogía

formativa deberán cuidar un clima de sana libertad y de

responsabilidad personal, evitando crear ambientes artificiales o

itinerarios impuestos. La opción del candidato por la vida y ministerio

sacerdotal debe madurar y apoyarse en motivaciones verda-

185 Cf. Congregación para la Educación Católica, Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes

de la formación espiritual en los seminarios, 6 de enero de 1980, p. 23; ID., El Período

Propedéutico, 1 de mayo de 1998, p. 14.

186 Cf. PO 16; OT 4; PDV 50; Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de

los presbíteros, n. 5; Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para la educación

en el celibato, n. 31, Roma, 1974.

177

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

deras y auténticas, libres y personales. A ello se orienta la disciplina

en las casas de formación. Las experiencias pastorales,

discernidas y acompañadas en el proceso formativo, son sumamente

importantes para corroborar la autenticidad de las motivaciones

en el candidato y ayudarle a asumir el ministerio como un

verdadero y generoso servicio, en el cual el ser y el actuar, persona

consagrada y ministerio, son realidades inseparables.

323. Al mismo tiempo, el Seminario deberá ofrecer una formación intelectual

seria y profunda, en el campo de la filosofía, de las ciencias

humanas y, especialmente, de la teología y la misionología, a

fin de que el futuro sacerdote aprenda a anunciar la fe en toda su

integridad, fiel al Magisterio de la Iglesia, con atención crítica atento

al contexto cultural de nuestro tiempo y a las grandes corrientes

de pensamiento y de conducta que deberá evangelizar. Asimismo,

se deberá reforzar el estudio de la Palabra de Dios en el currículum

académico en los diversos campos formativos, procurando

que la Palabra divina no se reduzca sólo a nociones, sino que

sea en verdad espíritu y vida que ilumine y alimente toda la existencia.

Por tanto, será necesario contar en cada seminario con el

número suficiente de profesores bien preparados187.

324. Es indispensable confirmar que los candidatos sean capaces de

asumir las exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo,

capacidad de servicio, humildad, valoración de los carismas

ajenos, disposición a dejarse interpelar por los demás, obediencia

al obispo y apertura para crecer en comunión misionera con

los presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, sirviendo a la unidad

en la diversidad. La Iglesia necesita sacerdotes y consagrados que

nunca pierdan la conciencia de ser discípulos en comunión.

325. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas

requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir

la adecuada formación teológica y espiritual para su futuro minis-

187 Cf. Congregación para la Educación Católica, Ratio fundamentalis, nn. 32 y 36-37.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

178

terio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta forma, puedan

ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas188.

326. Es oportuno señalar la complementariedad entre la formación

iniciada en el Seminario y el proceso formativo, que abarca las

diversas etapas de vida del presbítero. Hay que despertar la conciencia

de que la formación sólo termina con la muerte. La formación

permanente

es un deber ante todo para los sacerdotes jóvenes, y ha

de tener aquella frecuencia y programación de encuentros

que, a la vez que prolongan la seriedad y solidez de

la formación recibida en el seminario, lleven progresivamente

a los jóvenes presbíteros a comprender y vivir

la singular riqueza del “don” de Dios –el sacerdocio– y a

desarrollar sus potencialidades y aptitudes ministeriales,

también mediante una inserción cada vez más convencida

y responsable en el presbiterio, y, por tanto, en la comunión

y corresponsabilidad con todos los hermanos189.

Al respecto, se requieren proyectos diocesanos bien articulados y

constantemente evaluados.

327. Las casas y centros de formación de la Vida religiosa son también

espacios privilegiados de discipulado y formación de los misioneros

y misioneras, según el carisma propio de cada instituto

religioso.

6.4.6 La Educación Católica

328. América Latina y El Caribe viven una particular y delicada emergencia

educativa. En efecto, las nuevas reformas educacionales

de nuestro continente, impulsadas para adaptarse a las nuevas

188 Cf. EAm 40; RM 54; PDV 32; Congregación para el Clero, Directorio, n.15.

189 PDV 76.

179

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen

centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y

habilidades, y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya

que conciben la educación preponderantemente en función de la

producción, la competitividad y el mercado. Por otra parte, con

frecuencia propician la inclusión de factores contrarios a la vida, a

la familia y a una sana sexualidad. De esta forma, no despliegan

los mejores valores de los jóvenes ni su espíritu religioso; tampoco

les enseñan los caminos para superar la violencia y acercarse a

la felicidad, ni les ayudan a llevar una vida sobria y adquirir aquellas

actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar

que funden, y que los convertirán en constructores solidarios de

la paz y del futuro de la sociedad190.

329. Ante esta situación, fortaleciendo la estrecha colaboración con

los padres de familia y pensando en una educación de calidad a la

que tienen derecho, sin distinción, todos los alumnos y alumnas

de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico fin de

toda escuela. Ella está llamada a transformarse, ante todo, en lugar

privilegiado de formación y promoción integral, mediante la

asimilación sistemática y crítica de la cultura, cosa que logra mediante

un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural. Esto

supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de

elaboración, es decir, confrontando e insertando los valores perennes

en el contexto actual. En realidad, la cultura, para ser educativa,

debe insertarse en los problemas del tiempo en el que se

desarrolla la vida del joven. De esta manera, las distintas disciplinas

han de presentar no sólo un saber por adquirir, sino también

valores por asimilar y verdades por descubrir.

330. Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto

institución educativa, poner de relieve la dimensión ética y reli-

190 FC 36-38; JUAN PABLO II, Carta a la Familias, 13, 2 de febrero de 1994; Pontificio Consejo para

la Familia, Carta de los derechos de la familia, Art. 5c, 22 de octubre de 1983; Pontificio Consejo

para la Familia, Sexualidad humana, verdad y significado, Orientaciones educativas en familia,

8 de diciembre de 1995.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

180

giosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo

espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que

presupone y perfecciona a la psicológica. Pero, no se da libertad

ética sino en la confrontación con los valores absolutos de los

cuales depende el sentido y el valor de la vida del hombre. Aun en

el ámbito de la educación, se manifiesta la tendencia a asumir la

actualidad como parámetro de los valores, corriendo así el peligro

de responder a aspiraciones transitorias y superficiales, y de

perder de vista las exigencias más profundas del mundo contemporáneo

(EC 30). La educación humaniza y personaliza al ser humano

cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento

y su libertad, haciéndolo fructificar en hábitos de comprensión

y en iniciativas de comunión con la totalidad del orden real. De

esta manera, el ser humano humaniza su mundo, produce cultura,

transforma la sociedad y construye la historia191.

6.4.6.1 Los centros educativos católicos

331. La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera

tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona

individual como en el contexto socio-cultural en que las personas

viven, actúan y se relacionan entre sí. Así, procura

transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios

de juicio, los valores determinantes, los puntos de

interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras

y los modelos de vida de la humanidad que están

en contraste con la Palabra de Dios y el designio de

salvación192.

332. Cuando hablamos de una educación cristiana, por tanto, entendemos

que el maestro educa hacia un proyecto de ser humano

en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida

nueva. Hay muchos aspectos en los que se educa y de los que

191 DP1025.

192 EN 19.

181

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

consta el proyecto educativo. Hay muchos valores, pero estos valores

nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada

explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento

y término a Cristo, entonces esta educación está

recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana;

si no, puede hablar de Cristo, pero corre el riesgo de no ser

cristiana193.

333. Se produce, de este modo, una compenetración entre los dos

aspectos. Lo cual significa que no se concibe que se pueda anunciar

el Evangelio sin que éste ilumine, infunda aliento y esperanza,

e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia;

ni tampoco que pueda pensarse en una promoción verdadera y

plena del ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo194.

334. La Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una educación

centrada en la persona humana que es capaz de vivir en la

comunidad, aportando lo suyo para su bien. Ante el hecho de que

muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deberá impulsar una

educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente

para los más pobres. Educación que ofrezca a los niños, a

los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales

del propio país, descubriendo o integrando en ellos la dimensión

religiosa y trascendente. Para ello, necesitamos una pastoral de la

educación dinámica y que acompañe los procesos educativos,

que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación

ante el Estado y el derecho a una educación de calidad de los

más desposeídos.

335. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que en el proyecto

educativo de la escuela católica, Cristo, el Hombre perfecto,

es el fundamento, en quien todos los valores humanos encuentran

su plena realización, y de ahí su unidad. Él revela y

193 SD 265.

194 Cf. Iuvenum Patris. Carta Apostólica de Juan Pablo II en el centenario de la muerte de san Juan

Bosco, 10.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

182

promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando

al hombre y a la mujer para vivir de manera divina; es

decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo

de las bienaventuranzas la norma de su vida. Precisamente por la

referencia explícita, y compartida por todos los miembros de la

comunidad escolar, a la visión cristiana –aunque sea en grado diverso,

y respetando la libertad de conciencia y religiosa de los no

cristianos presentes en ella– la educación es “católica”, ya que los

principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas,

motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales.

Éste es el carácter específicamente católico de la educación. Jesucristo,

pues, eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a

su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida. Es la mejor

noticia, propuesta a los jóvenes por los centros de formación

católica195.

336. Por lo tanto, la meta que la escuela católica se propone, respecto

de los niños y jóvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo

vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor

misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, así, a la vivencia

de la alianza con Dios y con los hombres. Lo hace, colaborando

en la construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo

a Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y de la

vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e

interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar

la vida como Él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la

esperanza como Él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el

Padre y el Espíritu Santo. Por la fecundidad misteriosa de esta referencia,

la persona se construye en unidad existencial, o sea, asume

sus responsabilidades y busca el significado último de su vida.

Situada en la Iglesia, comunidad de creyentes, logra con libertad

vivir intensamente la fe, anunciarla y celebrarla con alegría en la

realidad de cada día. Como consecuencia, maduran y resultan

connaturales las actitudes humanas que llevan a abrirse sincera-

195 Congregación para la Educación Católica, La Escuela Católica, n. 34.

183

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

mente a la verdad, a respetar y amar a las personas, a expresar su

propia libertad en la donación de sí y en el servicio a los demás

para la transformación de la sociedad.

337. La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. Debemos

rescatar la identidad católica de nuestros centros educativos

por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo

que llegue a ser una opción profética plasmada en una pastoral

de la educación participativa. Dichos proyectos deben promover

la formación integral de la persona teniendo su fundamento en

Cristo, con identidad eclesial y cultural, y con excelencia académica.

Además, han de generar solidaridad y caridad con los más

pobres. El acompañamiento de los procesos educativos, la participación

en ellos de los padres de familia, y la formación de docentes,

son tareas prioritarias de la pastoral educativa.

338. Se propone que la educación en la fe en las instituciones católicas

sea integral y transversal en todo el currículum, teniendo en

cuenta el proceso de formación para encontrar a Cristo y para

vivir como discípulos y misioneros suyos, e insertando en ella verdaderos

procesos de iniciación cristiana. Asimismo, se recomienda

que la comunidad educativa, (directivos, maestros, personal

administrativo, alumnos, padres de familia, etc.) en cuanto auténtica

comunidad eclesial y centro de evangelización, asuma su rol

de formadora de discípulos y misioneros en todos sus estamentos.

Que, desde allí, en comunión con la comunidad cristiana, que es

su matriz, promueva un servicio pastoral en el sector en que se

inserta, especialmente de los jóvenes, la familia, la catequesis y

promoción humana de los más pobres. Estos objetivos son esenciales

en los procesos de admisión de alumnos, sus familias y la

contratación de los docentes.

339. Un principio irrenunciable para la Iglesia es la libertad de enseñanza.

El amplio ejercicio del derecho a la educación, reclama a

su vez, como condición para su auténtica realización, la plena libertad

de que debe gozar toda persona para elegir la educación

de sus hijos que consideren más conforme a los valores que ellos

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

184

más estiman y que consideran indispensables. Por el hecho de

haberles dado la vida, los padres asumieron la responsabilidad de

ofrecer a sus hijos condiciones favorables para su crecimiento y la

grave obligación de educarlos. La sociedad ha de reconocerlos

como los primeros y principales educadores. El deber de la educación

familiar, como primera escuela de virtudes sociales, es de

tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse.

Este principio es irrenunciable196.

340. Este intransferible derecho, que implica una obligación y que expresa

la libertad de la familia en el ámbito de la educación, por su

significado y alcance, ha de ser decididamente garantizado por el

Estado. Por esta razón, el poder público, al que compete la protección

y la defensa de las libertades de los ciudadanos, atendiendo

a la justicia distributiva, debe distribuir las ayudas públicas –

que provienen de los impuestos de todos los ciudadanos– de tal

manera que la totalidad de los padres, al margen de su condición

social, pueda escoger, según su conciencia, en medio de una pluralidad

de proyectos educativos, las escuelas adecuadas para sus

hijos. Ese es el valor fundamental y la naturaleza jurídica que fundamenta

la subvención escolar. Por lo tanto, a ningún sector educacional,

ni siquiera al propio Estado, se le puede otorgar la facultad

de concederse el privilegio y la exclusividad de la educación

de los más pobres, sin menoscabar con ello importantes derechos.

De este modo, se promueven derechos naturales de la persona

humana, la convivencia pacífica de los ciudadanos y el progreso

de todos.

6.4.6.2 Las universidades y centros superiores

de educación católica

341. Según su propia naturaleza, la Universidad Católica presta una

importante ayuda a la Iglesia en su misión evangelizadora. Se trata

de un vital testimonio de orden institucional de Cristo y su

196 Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los derechos de la familia, Art. 3c, 22 de octubre de

1983.

185

EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

mensaje, tan necesario e importante para las culturas impregnadas

por el secularismo. Las actividades fundamentales de una

universidad católica deberán vincularse y armonizarse con la misión

evangelizadora de la Iglesia. Se llevan a cabo a través de una

investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, que ponga

los nuevos descubrimientos humanos al servicio de las personas

y de la sociedad. Así, ofrece una formación dada en un contexto

de fe, que prepare personas capaces de un juicio racional y crítico,

conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana.

Esto implica una formación profesional que comprenda los

valores éticos y la dimensión de servicio a las personas y a la sociedad;

el diálogo con la cultura, que favorezca una mejor comprensión

y transmisión de la fe; la investigación teológica que ayude

a la fe a expresarse en lenguaje significativo para estos tiempos.

La Iglesia, porque es cada vez más consciente de su misión salvífica

en este mundo, quiere sentir estos centros cercanos a sí misma, y

desea tenerlos presentes y operantes en la difusión del mensaje

auténtico de Cristo197.

342. Las universidades católicas, por consiguiente, habrán de desarrollar

con fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades

evangélicas que instituciones de otro tipo no están

obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el

diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos

y personal administrativo a través de la Doctrina Social y Moral

de la Iglesia, para que sean capaces de compromiso solidario

con la dignidad humana y solidario con la comunidad, y de mostrar

proféticamente la novedad que representa el cristianismo en

la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Para ello,

es indispensable que se cuide el perfil humano, académico y cristiano

de quienes son los principales responsables de la investigación

y docencia.

343. Es necesaria una pastoral universitaria que acompañe la vida y el

caminar de todos los miembros de la comunidad universitaria,

197 ECE 49.

LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

186

promoviendo un encuentro personal y comprometido con Jesucristo,

y múltiples iniciativas solidarias y misioneras. También debe

procurarse una presencia cercana y dialogante con miembros de

otras universidades públicas y centros de estudio.

344. En las últimas décadas, en América Latina y El Caribe, observamos

el surgimiento de diversos Institutos de Teología y Pastoral

orientados a la formación y actualización de agentes de pastoral.

En este camino, se ha logrado crear espacios de diálogo, discusión

y búsqueda de respuestas adecuadas a los enormes desafíos

que enfrenta la evangelización en el Continente. Asimismo, se han

podido formar innumerables líderes al servicio de las Iglesias

particulares.

345. Invitamos a valorar la rica reflexión postconciliar de la Iglesia presente

en América Latina y El Caribe, así como la reflexión filosófica,

teológica y pastoral de nuestras Iglesias y de sus centros de

formación e investigación, a fin de fortalecer nuestra propia identidad,

desarrollar la creatividad pastoral y potenciar lo nuestro. Es

necesario fomentar el estudio y la investigación teológica y pastoral

de cara a los desafíos de la nueva realidad social, plural, diferenciada

y globalizada, buscando nuevas respuestas que den sustento

a la fe y vivencia del discipulado de los agentes de pastoral.

Sugerimos también una mayor utilización de los servicios que ofrecen

los institutos de formación teológica pastoral existentes, promoviendo

el diálogo entre los mismos y destinar más recursos y

esfuerzos conjuntos en la formación de laicos y laicas.

346. Esta V Conferencia agradece el invaluable servicio que las diversas

instituciones de educación católica prestan en la promoción

humana y de evangelización de las nuevas generaciones, como

su aporte a la cultura de nuestros pueblos, y alienta a las diócesis,

congregaciones religiosas y organizaciones de laicos católicos que

mantienen escuelas, universidades, institutos de educación superior

y de capacitación no formal, a proseguir incansablemente

en su abnegada e insustituible misión apostólica.

TERCERA PARTE
LA VIDA DE

JESUCRISTO PARA

NUESTROS PUEBLOS

 

 
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